Cambio de estación

andrea barbaranelli

Junto a la casa la dilatada espera del patio,

en el patio la supuesta inmovilidad de las flores

el movimiento ineludible de la abeja.

 

El agresivo verano nos dejó sin palabras,

entregados al doloroso cristalizarse del aire.

El viento se fracturó en zumbos, murmullos, ronquidos,

en secos estertores de caparazones reventados,

en polvo imperceptible que encona los sentidos.

 

El verano nos agredió y agotó

con sus lluvias tormentosas que dejan un gusto amargo

en las líquidas noches donde no hay lugar para el sueño

cuando la sábana cae de la cama arrastrándose como una vela mojada

y las manos buscan su alivio en las grutas del sexo.

 

Después apareció detrás de la verja, en su traje de cartero,

el hombre que recoge las hojas aplastadas en la vereda,

hojas oblongas, acorazonadas, lobuladas, dentadas,

con sus delicados caligramas en transpariencia,

y tuvimos la certeza de que la estación se había terminado,

de que ya era la hora de cerrar las ventanas

donde el cielo se caía a pedazos bajo los árboles herrumbrosos,

de que pronto ya comenzarían los carteos interminables

en la recogida humedad del escritorio,

llenos de desamparo y labios cerrados,

de agua dura y cortada y hielo en los dientes,

de agua oscura y turbada en la orilla de los labios.

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Comentarios1

  • valecamachom1

    Oh wowww; me encanta tu arte.



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