Romancero atardecido IV

Diaz Valero Alejandro José

 

Tu rostro ruborizado

cual crepúsculo en la tarde

son naranjas agridulces

que a mí sabrosas me saben.

.

Veo aletear tus pestañas

como aves alzando vuelo

que salen buscando el nido

tal vez hasta sin quererlo.

.

Ay qué hermosa caravana

las que forman tus suspiros,

carnavales de alegría

que sin quererlo persigo.

.

Me agrada el silencio roto

por tu amoroso susurro,

ya no divido ni resto

solo multiplico y sumo.

.

Cuando contemplo extasiado

la sonrisa que te adorna

jazmines y margaritas

desde tu balcón afloran.

.

En el altar de tu alma

soy el creyente confeso

que abandona sus pecados

para entregarse completo.

.

Mariposa tú que aleteas

por la primavera movida

lleva el amor en tus alas

como una dulce consigna.

.

Yo corriendo calle abajo

tú corriendo calle arriba

hagamos breve un descanso

para aliviar la fatiga.

.

Tu sombra corre tras de ti

para que así no presumas,

que hay dolores invisibles

que ni siquiera te abruman.

.

Dilatando sin dolor

tus ojos paren estrellas

y todo se vuelve fiesta

porque hasta el cielo celebra.

.

Hay en tu boca de almíbar

dulzura de miel añeja

y un sabor a caramelo

que me recuerda mi escuela.

.

Yo soy ese fiel feligrés

en el altar de tu cuerpo

que va buscando la calma

con espíritu contento.

.

Tus miradas de colores

son inviernos y veranos

son los arcoíris de luces

hermosamente floreados.

.

Hay un camino infinito

por donde sigo tu huella

senderos  ya transitados

llevando mi amor a cuestas.

.

Tu cabellera huele a viento

tu mirada sabe a lluvia

y tu sonrisa espontánea

es cielo cuando se azula.

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela

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