Romancero atardecido I

Diaz Valero Alejandro José

 

PARTE I

 

Tu rostro ruborizado

como crepúsculo en la tarde

disimula sentimientos

con manojos de desaires

 

Vi aletear tus pestañas

como aves alzando vuelo

huyendo del sol poniente

hacia horizontes de sueños,

 

Qué hermosa caravana

las que forman tus suspiros,

espada de filo agudo

que me tiene el alma en vilo.

 

Me agrada el silencio roto

por tu amoroso susurro

pues son el eje perfecto

donde giran nuestros mundos.

 

Cuando contemplo extasiado

la sonrisa que te adorna

siento que a nuestro planeta

nada le falta ni sobra.

 

En los altares de tu alma

soy el creyente confeso

que busca reivindicarse

en los predios de tu templo.

 

Mariposa que aleteas

por primaveras movida

dime que el amor que duerme

en su letargo no expira.

 

Yo corriendo calle abajo

 y tú igual calle arriba

roguemos que nuestras almas

en el andar se consigan.

 

Tu sombra va tras de ti

para evitar que presumas,

aunque ella oscura y opaca

sin quererlo te perfuma.

 

Dilatando sin dolor

tus ojos paren estrellas

que se van haciendo lunas

cuando comienzo a quererlas.

 

Hay en tu boca de almíbar

dulzura de miel añeja

que me atrapa en cada beso

por el dulzor que profesan.

 

Yo soy ese, tu fiel feligrés

en el altar de tu cuerpo

donde aparezco fielmente

a cumplir mi sacramento.

 

Tus miradas de colores

son inviernos y veranos

sin contar las primaveras

cuando flores deshojamos.

 

Hay un camino infinito

por donde persigo tu huella

dejando pasos marcados

en piedrecitas y arena.

 

Tu cabellera huele a viento

tu mirada sabe a lluvia

si me dieran a escoger

no prescindo de ninguna.

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