///EL OCASO DE UN PATRIARCA///

juan sarmiento buelvas

 

 

Divagas en el tiempo; sin prisa, sin brújula, sin relojes que apresuren tu fatigado y cauteloso paso a paso por el callejón de obstáculos que aún te quedan por desandar cuando ya la nieve se derrite a tus espaldas y te importa poco si se oculta la luna o se asoma el sol.

Nadie te espera, solo tú espera desespera a aquel que implacable te aguarda al final del túnel, a veces desvariando en la cumbre de tus pensamientos plateados por la nieve de los años, llevando por equipaje los recuerdos que se quedaron de un verano que no se desprende de la realidad vivida, solo los años son la eterna compañía y las caricias que solamente brinda una ráfaga de recuerdos que te sacude el alma en las frías noches del largo invierno de veterano de tantas batallas.

Ya no volvió a cantar el turpial que por las mañanas primaverales se aventuraba a asomarse a esa ventana. Tal vez se sienta cansado de tanto volar de nido en nido y derrotado por la victoria de tantas batallas y conquistas, o por la melancolía de su sabiduría y sus alegres veladas de gladiador en los frescos encuentros mañaneros, tal vez su trino emigró a otra ventana a cantarle a la descontrolada imaginación de renegadas y juveniles mentes fértiles y felices.

Se largó llevándose la alegría de su canto, rehusándose a cargar con la melancolía, tristeza y recuerdos de grandes epopeyas que casi se desvanecen en ese libro que envejece en sus estropeadas pero sabias palabras un día escritas con tinta de oro en esas arrugadas y amarillentas paginas marchitas por el paso del tiempo y el olvido, tal vez porque no creyó más en los monólogos imaginarios con esos férreos y enormes gigantes que solo quedaron en la imaginación del niño que se rehusó a partir y hoy son compañeros de tristes recuerdos cuando sientes que casi todo está perdido.

Pero. . . 
Finalmente son los recuerdos, esos recuerdos que no se apartan de tu realidad los que te ayudan a seguir navegando por estos tristes y mansos manantiales de aguas olvidadas, pero que también te entristecen al saber que ya no eres, que fuiste picaflor que voló de flor en flor en el edén de tus andanzas, que sacudió con sus alas a millón el polen al degustar la miel en pleno vuelo, que fuiste peludo garañàn de grandes orejas de semental en tu rebaño de yeguas meneando la cola para llenar de felicidad la libido en la fuerza creadora y el impulso fundamental de la vida.

Pasas y te dicen ¡VIEJO¡ viejo porque batallaste y lograste conducir tu rebaño a tierras altas y fértiles, viejo porque te atreviste a vivir la vida a plenitud y hoy te sientes triunfador por estar a punto de llegar a donde no todos llegan, porque al son que te tocó la muerte; le bailaste cuantas veces quiso y le ganaste con tu fortaleza y apego a la vida, viejo porque cantaste en vez de llorar al salvar obstáculos y adversidades mil veces, viejo porque a pesar de haber cometido errores estás a punto de lograrlo, porque aún: sigues vigente en este capítulo, y hoy cuando estás a punto de coronar la carrera de tu vida; sabes que nada fue fácil, que no fue corto el camino, sufriste, lloraste, caíste y te volviste a levantar y seguir fiel a tu condición de luchador, pero eso ya no importa porque te sientes vencedor

Por eso. . . 
Cuando te dicen viejo alzas la cara y con alegría los saludas con orgullo, porque no hay carrera sin meta porque tu si supiste llegar a donde ellos no saben si llegarán.

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