Música de los Sex Pistols

Alastor Salazar

Salimos al anochecer.
Vamos a divertirnos marciano y yo.
Sabemos como divertirnos. Sabemos sacar fuera lo mejor. Nos montamos en el coche y decidimos ir a menearnos un poco. A morir un poco en la pista. Nos reímos y paramos en un bar de la provincial a tomarnos unos tragos.
Esta noche es distinta y los dos nos damos cuenta. A través de las ventanillas abiertas respiramos el aire que nos rebota a 180. Somos una jauría de demonios en movimiento. Somos como búfalos, pero más grandes. O como hienas. Pero más famélicos. Joder que si estamos contentos esta noche. Y que hambrientos estamos. Hambrientos de coño. Hambrientos de coño risado.
Entramos en el aparcamiento y no hay un puto sitio. Como pasa siempre los sábados en la noche. Lo dejamos a triple fila y todos empiezan a tocar como pendejos. Esperamos tranquilamente y vemos que nuestro coche estorba. No deja pasar. Pero eso nos divierte. Nos gusta. Es nuestro reto. Vengan a decirnos algo. Vamos. A ver si tienen los huevos.
Estamos aquí y se puede armar la de la virgen María
Apoyados en el capó del coche.
¿Tienen algún problema?
Si piensan que somos unos jodidos bastardos, basta con que lo digan.
Es su momento. El momento de las lamentaciones.
Pero no dan la cara ¿Porqué?
Gallinas.
Entramos en la discoteca apiñados.
Hay un montón de gente. Un montón de tipas ignorantes.
Llevamos tejanos Cotton Belt y Umform, botas meares, marciano camisa a rayas y yo playera roja de cuello en v, chamarra de Brainfact. El pelo largo de arriba y corto a los lados.
Nos ponemos a bailar. Nos gusta el tecno. Es lo que nos va.
Es una música que se te sube por el culo, te atraviesa las tripas y se propaga por dentro. Para hablar gritamos. Para hablar tenemos que chillar.
La luz verde nos pone los ojos amarillos. Estamos apretados entre la gente y entonces nosotros empujamos a los de atrás y nos da igual si se encabronan. En el cielo las luces cambian de color.
Rojo, verde y azul.
De pronto, cuando llevamos mucho tiempo meneandonos vemos a tres coñitos que bailan a un lado. Nos sonríen. Entonces rompemos nuestra barrera y dejamos que entren en él. Ahora tienen sitio para bailar más relajadas. Nosotros damos vueltas a su alrededor. Nos sonríen agradecidas y están contentas. Que bien está la música. Que buenas están, con las minifaldas, las botas militares, las medias negras y los top ajustados. Luego empiezan las luces estroboscópicas y ellas desaparecen y reaparecen mil veces por segundo. Son unas guarras y se nos comienza a poner dura. Notamos que nos sube por los huevos y se llena de sangre, y entonces el cerebro se vacía y los pensamientos se vuelven más confusos. Es una droga que nos llena de azul la cabeza y de rojo el rabo. Una que dice llamarse Amanda, se ríe y no para de llamar nuestra atención. No sabe que ya desde hace rato nos fijamos en ellas, que lo que son es unas guarras. Vamos a tomar algo y ellas nos hablan de un grupo de música pendejo llamado Sputnik que no conocemos pero nos da igual. Entre esta peña lo que se diga no importa.
Ellas son gallinas que siguen nuestro cortejo. Se habla. Se vuelve a bailar.

Salimos de la discoteca cuando ya ha amanecido. Las gallinas nos siguen. Son tres.
Amanda.
Rubí.
Pamela.
Volver a meternos en el coche nos sienta bien. Nos sienta bien poner la música a tope. Sentir que ha sido una noche más de desfase. Que nos importa todo tres cojones. Que todo va bien. Que hemos probado el material otra noche. Que todo va muy bien. Y estamos contentos, porque esas tres guarras nos están siguiendo en su Tsuru gris metalizado, y entonces nos reímos y nos decimos que son unas autenticas cabronas que fingen que no les importa nada pero en realidad solo tienen eso en la cabeza.
Atravesamos el campo. Un par de pueblos.
Llegamos a la costa.
Dejamos los coches en el aparcamiento desierto y caminamos entre las dunas de la playa, donde sopla el viento. El viento lleno de arena. Amanda y Pamela están pasadas de rosca echan a correr y se ponen a cantar Lamento Boliviano. Rubí, en cambio, vomita junto a una caseta. Está doblada y apoya la mano en la madera.
Nosotros olfateamos el aire y se siente el olor del mar y el viento y el vómito y el fuerte aroma de sus vaginas.
Ya no tenemos muchas ganas de esperar. Todo se ha vuelto demasiado explícito. Las queremos a ellas, y ellas nos quieren a nosotros. Sólo tienen que superar todas las pendejasas que les han metido en la cabeza sus padres y la escuela, y el rancho. Ellas tienen más ganas que nosotros, pero tienen que superar el obstáculo.
Amanda corre detrás de una duna y marciano la persigue. Voy a donde está Pamela y le digo que su amiga Amanda ha desaparecido detrás de la duna con mi amigo. Ella se ríe. Dice que le parece que Amanda está loca. Me dice que lleva toda la noche tonteando con Marciano. Estoy de acuerdo. Se bromea un poco y nos reímos. Le pregunto que qué cree que han ido a hacer esos dos detrás de la duna. Ella sonríe y dice que soy un mal-pensado. Que los hombres siempre estamos pensando en lo mismo. Que han ido a coger flores detrás de la duna y que desde ahí se puede ver la salida del sol. 
Rubí  se ha recuperado y se acerca tambaleando como un zombi. María está borracha. Si no sabes controlarla, no la bebas, dice Pamela.
Damos la vuelta alrededor y luego nos sentamos en la arena.
Rubí quiere darse un baño. No puedes en estas condiciones. Te sentirías mal, le dice Pamela.
Sí que lo puede hacer, le digo yo. ¿Tú que coño sabes si puede bañarse o no, eh? ¿Qué coño vas a saber?
Rubí se quita la chaqueta y el jersey. 
La cosa se pone interesante. A ver adonde quiere llegar. Se quita las botas.
Menudo cuerpo tiene. Y la puta nos sorprende.
Se quita la mini falda.
Joder, se ha quitado la mini falda. Se ha quedado en el sujetador y bragas negras. Tiene un buen cuerpo. No lo parecía. Quítate también el sostén, le grito. Enséñame esas tetas. Enséñamelas. Pamela no para de decir que no puede bañarse, que el agua está helada y le puede dar un pasmo. Rubí camina dando tumbos hasta la orilla y se mete en el agua. Tranquila. Nos entran escalofríos al verla ahí chapoteando. Nada. Se ha puesto a nadar. Nada. Luego sale y empieza a tiritar. Entonces le doy my chaqueta. Se estremece en ella. Tiene los labios azules. Se deja abrazar y calentar, luego se deja besar.
Por fin.
Tenía que bañarse para ceder. Pamela sigue mirando alucinada  a su amiga que se revuelca y deja que le pongan mano en el culo. Son unas idiotas, les dice a sus amigas. Lo hace porque es la más mamona. Y las mamonas creen que son especiales. Piensan en su cerebro que estas cosas no son importantes y no valen nada. Les da verguenza. Se dirige al coche.
Se va porque nadie se la folla.
Vete.
Vete, es mejor.
María está tumbada y se deja besar. Con los ojos cerrados. Deja que le quite el sujetador. Empiezo a apretarle las tetas. Los pezones son oscuros y están duros. Rubí ha echado la cabeza hacia atrás y se deja hacer. Se ríe. Deja que le muerda los pezones. Se ríe. Estoy encima de ella y me gusta verla ahí. Desnuda en la arena. Yo también me río. Es una extraña excitación la que me causa. Voy allá. Voy allá. Lo está deseando.
Necesita comer.
Necesita ser castigada. Le bajo las bragas y la muy guarra parece no darse cuenta. Voy allá. Voy allá. 
Es el momento del amor. Le abro las piernas, tiene buen coño. Bien cuidado. No tiene pelos que se le desborden por los muslos. No me gusta quien los tenga. Los detalles son importantes. Se lo afeita. 
¿A quien se lo enseñará?
Furfulla algo. Algo como así no. No quiero. Basta.
Es demasiado.
Es demasiado cuando fingen que no quieren. El amor fortalece la personalidad. Me bajo el pantalón y dejo la tranca al aire. La miro y me río. Mira. Mira, le digo. Levanta la vista y ve mi verga. Se queda embobada.Comienzo a follarmela. Me tumbo encima de ella y aprieto. Se agita debajo de mi. La engancho bien. Está tumbada en el suelo y parece un saco de cal. Me animo y le cojo por atrás. De pronto se recupera y dice que basta. Me implora. Me suplica. Tú calladita. Tú calladita, le digo. Pero ella grita e intenta levantarse. 
¿A dónde quieres ir?
Todavía no he terminado.
Vuelve a caerse al suelo. Sigo. En lo alto de las dunas aparece la otra amiga. Se queda alucinada cuando me ve montado encima de Rubí. ¿Qué estás haciendo?, me pregunta. ¿Cómo que que estoy haciendo? ME estoy follando a tu amiga. Marciano está a diez metros de Amanda. Ahora gritamos. Y nos tiramos encima de la desgraciada. Los dos juntos. Equipo salvaje al ataque. Leones tras una gacela. Con los rabos tiesos. Escalamos las dunas a gatas. Ella se da la vuelta y huye. corre con la cabeza alta. Con la boca abierta. Nosotros vamos tras la presa y nos dispersamos en flancos. Corre. De pronto da un quiebro y se desmarca y cae rodando por la ladera de una duna de arena y vuelve a estar tumbada en la playa. Se levanta y echa a correr. Nosotros nos lanzamos abajo saltando. ¿Porqué no se para? No queremos hacerle daño. Empieza a cansarse. Se ve. La suya es una carrera extenuada.
Cuanto más incoherente se vuelve ella, más coherentes nos volvemos nosotros.
Cuanto más insegura de poder salvarse está ella, más seguros de poderla atrapar estamos nosotros. Se da la vuelta para ver donde estamos, y nosotros estamos cerca y no se da cuenta de una rama grande que la hace tropezar. 
Cae al suelo.
Intenta levantarse pero no lo consigue. se habrá torcido un tobillo. Se arrastra en la arena. Se arrastra.
Por favor, déjame, dice.
Por favor. Por favor. Por favor.
Somos nosotros los que te rogamos.
Marciano la toma del pelo.
Tiene miedo. Es un Hámster.
LE arranca la camiseta y la tira al suelo. Entonces ella coge una botella de coca-cola y se la rompe en la cabeza. Le abre una buena tajada en la frente. Una segunda boca. El rojo empieza a escurrirle por la nariz y los ojos. El rojo de la sangre.
No nos has hecho daño.
No nos has hecho daño, puta.
Perdón. Perdón, nos dice.
No.
No te perdonamos en lo absoluto.
Nos encabronamos.
Uno de los dos coge una sombrilla oxidada y medio rota y se la clava en un ojo, Se hunde perfectamente en la órbita, aunque a los lados salpica papilla y sangre como un tubo de pasta de dientes aplastado. Es increíble esa chica. Aunque tiembla sacudida por espasmos mortales y tiene una sombrilla clavada en el cráneo todavía intenta huir. Se levanta.
Es realmente increíble.
Nosotros, con los brazos cruzados, esperamos a que se muera pero va para largo. Entonces, exasperados, le arrancamos la sombrilla de la cabeza y se la clavamos en el estómago. Mucha sangre. Mucha El asta atraviesa su cuerpo y se clava en la arena tiñendola de rojo. Luego abrimos la sombrilla. Es de flores con flecos mitad blancos mitad rojos de oxido. La dejamos así. A la sombra. Volvemos a donde está Rubí. Todavía está tirada en el suelo. Nos mira y luego se echa a llorar. Nosotros bailamos a su alrededor como en la discoteca. Enróllate con el tecno. ¿Porqué no bailas con nosotros? Vamos guapa, levántate. Pero no nos parece que Rubí tenga muchas ganas. La ponemos en pie. Camina deprisa. Intentamos abrazarla pero no quiere.
¿Dónde están mis amigas?, pregunta.
Mira, una está debajo de una sombrilla. Ella se dirige hacia su amiga. Se detiene. Cae de rodillas. Nos acercamos. Por favor no me maten, nos dice. Nosotros no te mataríamos, pero luego tu se lo dirías todo a los puercos de la policía y nosotros no podremos acabar la cárcel. La cárcel nos deprime. Les juro por Dios que no se lo diré a nadie, continúa. Entendemos tu buena fe pero los policías son unos cabrones, te obligarán a decir la verdad. Se lo dirás todo. Joder que si se los dirás todo. Tenemos que darte matarile. Lloriquea como una niña. Tu también lo entiendes. Entonces cavamos en la arena un hoyo pequeño de unos treinta centímetros de profundidad. Tomamos a Rubí. Es buena. Al final se ha convencido y se deja matar. Lloriquea como una niña. La tomo por el cuello. Le damos un par de besos y le metemos la cabeza en el hoyo. Lo tapamos. La dejamos así un poco. Un par de minutos. Los brazos y las piernas y las manos y las tetas se agitan y se estremecen sacudidas por la muerte.

Todo termina. 
La sacamos. Tiene una expresión rara. Está toda morada. Los ojos están morados. La lengua está morada. La nariz está morada.
Saltamos un poco. Estamos de alucine. 
Somos alucine y basta.
Volvemos al coche corriendo y gritando.
Coño. Coño. Coño.
Le gritamos a la noche que se va.
Premio. Premio al que corra más. Al que aguante más.
La mamona está sentada tranquilamente en el capó del coche. Espera a sus amigas.
Espera. Espera.
Es un momento. Un momento y ya está muerta. Un momento y su cabeza está rota. Rota en la arena. Su cabeza está abierta como un huevo de pascua hecho de carne y de huesos y de pelo. La sorpresa se escurre por la arena. Cerebro. Blando, blando.
Y ahora basta. Basta. 
Estamos cansados.
Queremos volver a casa.
El sol está subiendo. Se está separando de la superficie del mar. Solo un puntito lo mantiene pegado al horizonte.
Volvemos a subir al coche. Unos pescadores van a pescar. Traen cañas.
El coche está en el provincial y la música a tope. Callados. No hablamos. Estamos volviendo a casa.
La cazería ha terminado. De una u otra manera ha terminado.

  • Autor: Alastor Salazar (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de septiembre de 2016 a las 04:05
  • Comentario del autor sobre el poema: \"¿En verdad dijo eso? Oh por Dios, que alguien haga algo\"
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 79
  • Usuario favorito de este poema: Alextheblack.
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Comentarios1

  • Genevieve_Moon

    Ironico el hecho de categorizarlo como amor, tu escrito. Yo diría que es de terror, de esas películas de bajo presupuestos sexistas y explícitamente sexuales😑. Pero bueno, cada quien su visión, la narrativa de tu escrito es buena, bien hilada y con estructura uniforme a doc con la historia, macabra diría yo ja ja ja. Y me preguntó ¿ qué canción de sex pistol estarías escuchando? Digo, por el tema de tu escrito, no recuerdo haberles escuchado una tan macabra como tu escrito😕

    • Alastor Salazar

      https://www.youtube.com/watch?v=Gu7nWp18X7M



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