Fernweh.

Laura Bracho



Es de noche y llegas puntual a tu cita. Siempre llegan tus recuerdos a estas horas.

Y es que te apareces en donde no puedo verte siquiera, estás mutando de una forma increíble en los objetos existentes y todo me recuerda a ti. Todo.

Fíjate que el otro día estaba deambulando por las calles, caminando hacia un lugar indefinido, sumergida en mis pensamientos­­ –que vienen siendo más tuyos que míos–, cuando te vi. Te vi, dulce amor, te vi caminando cerca de un puente solitario y quise correr hacia ti, y lo hice, y llegué desesperada y te llamé y casi con lágrimas en los ojos toqué tu hombro y quise abrazarte para nunca más dejarte ir, pero no eras tú... Imagínate la angustia de ese pobre hombre que gira temeroso y frente a él me vi a mí, una mujer con apariencia fantasmal, que se le notaban las noches perdidas y que lo miraba con ojos de galaxia en un incesante bucle de recuerdos.

Me avergoncé tanto, amado mío, le dije que sólo se me hizo muy familiar, me excusé y me retiré más triste que antes, porque deseé que realmente hubieses sido tú aquel hombre y que te encontraras en el mismo lugar que yo, viendo lo que mis ojos veían, oliendo lo que mi nariz olía, buscándome con la esperanza de encontrarme como yo lo hacía.

Y entonces en lugar de caminar, estaba a dos centímetros del suelo, flotando y siendo fantasma; tan pero tan perdida, salvaje amor, como todos los días desde que ya no estás conmigo.

¿Sabes?, hay noches en que me sumerjo tanto en mi penuria que siento cómo, poco a poco, mi alma se va desgastando con cada lágrima que se desliza por mis pómulos.
Agacho la mirada y las baldosas tienen caras de monstruos, cosas horribles y aterradoras, las paredes se empiezan a juntar, cada vez más pegadas, hasta el punto de sentirme asfixiada y claustrofóbica, el café me recuerda a ti y en la borra veo tu nombre, la cama se traga mis zapatos y se mueve cada vez que me acerco para que me golpee las rodillas, estoy llena de moretones, la estufa enfría la comida en lugar de calentarla, en las noches se me va el aire y me despierto de golpe, toda sudada. Ya no sé qué hacer. Estoy perdiendo la cordura, lo sé.

Quiero escapar de toda esta anarquía y esconderme en un lugar lejano donde ya no estés presente, pero, ¿a dónde huir si en todos esos lugares voy a estar yo, acompañada de mis demonios, de mis recuerdos, de tus recuerdos del demonio?

La soledad deja de ser algo simbólico, una metáfora y no sé si pasa a ser algo físico o si sólo me está doliendo sentirme más sola que esta casa que me odia, sólo sé que está sobrepasando los límites y que no creo soportar más de esta espantosa melancolía –y que más que soledad viene siendo un abandono general–.


Me miro en el espejo y no me reconozco. Me entra un terror que ni te imaginas. Vagamente comienzo a buscar fotos antiguas para recordar cómo era antes de ti. Y encuentro algunas fotos y desesperadamente me comparo en el espejo con la esperanza de hallar semejanza, y paso un mechón de cabello de un lado a otro, lo acomodo detrás de mis orejas, trato de maquillar mis cansados ojos y eliminar cualquier rastro de tu partida reflejada en mi rostro, pero se vuelve un doloroso tormento no verme igual que aquellas yo del pasado.

Oh, precioso caos, y termino llorando aún más que antes porque pienso que, si ni siquiera yo me reconozco, ¿cómo puedo pretender que tú sí lo hagas?

Entonces mi mente se pone a trabajar arduamente y me pregunto cuántas veces estuve ahí, contigo, en el mismo café, en la misma calle, en el mismo parque, en el mismo bar, en un sinfín de lugares al que ambos pudimos haber acudido, y no pudiste reconocerme…

En estos momentos sólo estoy personificando todo lo malo que viene de ti, y que dejaste en mi poder cuando te fuiste.

Las lágrimas se hacen ácidas y me sangran los párpados, mi rostro se va deformando cada vez más, voy perdiéndome en cada lágrima y me siento tan inerme, cariño, siento me voy debilitando con el paso del tiempo; y veo aquellas fotos y noto lo triste que era allí también, con la diferencia de que mi coraza era más fuerte en ese entonces y podía sonreír y hablar y saludar y compartir y fingir muy bien con los demás.

Entonces, loco amor, luego de verme en una espeluznante escena donde presenciaba mi decadencia, me levantaba, preparaba una taza de café negro –bien cargado, como te gustaba a ti– y me sentaba frente a la ventana.

Parece ser que el cielo sintió mi dolor y se lo he contagiado. Veía cómo las nubes esparcían su dolor, mi dolor y por consiguiente, tu dolor, por todos los rincones de la cuidad.
Pobres e indefensas gotas eran echadas a su suerte desde las alturas. Las más débiles se deslizaban sin titubear por el vaporoso vidrio, pero las más fuertes y románticas se aferraban con fuerza, se iban colocando cada vez más gordas y pesadas, sus dedos empezaban a acalambrarse, pero éstas parecían reunir fuerzas de donde no las había, es algo indescriptible. Pero luego de tanta carga y de parecer un boliche barrigón y pesado, plaf, se desplomaban y caían y se destruían al contacto con el duro suelo, dejando migajas de ellas ahí tiradas, sin valor alguno.

Oh si yo fuese tan valiente, fuerte y vigorosa como esas gotas, si tan solo me afianzara a la vida con gran lozanía, con miedo de que ésta se me pase entre los dedos, evitando el abismo… Pero no soy gota ni tengo tanta fuerza de voluntad.

Luego se detenía la lluvia, mi café ya estaba frío –nunca lo tomo–, me levanto, me seco las lágrimas y resuelvo que me vendría bien una larga ducha. Me ducho durante horas, estoy tirada en el suelo, mis lágrimas no se diferencian con el agua que cae de la regadera, y siento entonces que me voy deshaciendo como azúcar, que el agua me va desgastando y me hago cada vez más pequeña; luego toda yo me fui por el desagüe junto con el agua, mi suciedad, mis lágrimas, tus recuerdos, tu perfume, tu esencia impregnada en mis huesos, tus besos, tú. Nos vamos por el desagüe, amado mío, nos fuimos...

Qué locura la mía el pensar que me pertenecías cuando nunca has sido mío y que eres y seguirás siendo un alma libre; al pensar que eres ese lugar que extraño, pero al que nunca he ido.

  • Autor: Danielle Fernweh (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 29 de julio de 2016 a las 12:05
  • Comentario del autor sobre el poema: Este escrito lo escribí en esta madrugada. El título, que también es mi seudónimo, es un vocablo germánico, una palabra sin traducción y con un significado absolutamente maravilloso que se refiere al sentimiento de extrañar un lugar en el que nunca se ha estado. Espero de corazón que sea de su agrado y lo disfruten.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 136
  • Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., Viento de amor, 40, Santiago Miranda.
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales


Comentarios5

  • Samuel Santana

    Una alta dòsis de tierno romanticismo salido del alma de una fina dama. Felicidades

    • Laura Bracho

      Muchas gracias. Un gusto que haya sido de su agrado.

    • Viento de amor

      Cuánta nostalgia, encierra tu narración de amor y pasión por un alma libre. Disfruté de la lectura, un saludo cordial, poetisa.

      Mallito

      • Laura Bracho

        Me alegra mucho que la haya disfrutado, Mallito.
        Muchas gracias.

        Saludos.

      • 40

        ... Sólo tengo una pregunta referente a este escrito, ¿De verdad lo escribiste todo en la madrugada? Es increíble! Las palabras que utilizas, las metáforas que implementas, el sentimiento que le das al escrito. Me tenías atrapado en él desde el principio!
        Te felicito por este escrito, se nota que tienes talento.
        Un gran saludo y un placer leerte!

        • Laura Bracho

          Lo escribí casi todo en la madrugada, en la mañana sólo le retoqué algunas pequeñas cosas.
          Oh, muchísimas gracias.
          Es hermoso poder transmitir algo así con lo que escribo. <3

          Saludos. n.n

        • SCREAMINGDANNY

          Increiblemente escrito, mucho sentimiento y tu manera de expresrlo envuelve al lector. Felicidades.

          • Laura Bracho

            Muchísimas gracias, enserio. :3

          • Santiago Miranda

            este relato es pura belleza. has podido retratar con potencia la desesperación luego de un quiebre. (y es tan difícil ponerle un orden a tanto mareo, lo has logrado) el texto me recuerda en parte a los cuentos de Maria Luisa Bombal (si puedes leerlos, léelos).

            • Laura Bracho

              Muchísimas gracias. No tenía conocimientos sobre esa escritora, con gusto leeré sus cuentos.

              • Santiago Miranda

                es chilena, de mi país (te va a gustar) 🙂



              Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.