El Alelí y el Desvelo

Gomezea



Esto era una historia mía

que por las noches contaba,

por las mañanas leía,

por las tardes recordaba.

 

Ella a veces me quería,

ella a veces me adoraba.

 

Una muchacha preciosa

con los ojos de Alelí

con la boquita de rosa

y la piel de frenesí.

 

Un joven encantador,

con mirada de desvelo,

con memoria de señor

y manos de terciopelo.

 

Iban ambos por el mundo

gastándose como arenas

de un reloj de vagabundo

en la playa de las penas.

 

Y un buen día se encontraron

el alelí y el desvelo

y sus almas dispararon

flechas del alba y anhelo.

 

Dijo el hombre: es un placer,

doncella maravillosa. 

Creo que el anochecer

dejó su luz más hermosa.

 

Y ella dice: el gusto es mío,

encantador caballero.

Vengo yo de donde el frío

quema el alma, hiela el cuero.

 

Tiene usted bella la boca,

bellos ojos soñadores.

Dígame, ¿a qué hora toca

ser su sueño, darle amores?

 

Y en su rostro una sonrisa

quiso darle la respuesta:

ten paciencia que no hay prisa,

pues la vida se nos presta.

 

Si lo oscuro ahora es suyo

déjeme estrenar el alba

en su cuerpo del murmullo

del cantar de una collalba.

 

Ten cuidado, corazón,

que la rosa trae espinas

y en mi piel arde pasión,

pero mueren golondrinas.

 

Pues hay grises de aguacero

y dolor en el placer.

Como usted quiera, la quiero,

aunque llegue a perecer.

 

Entonces nació una idea

de lo que calla la luna,

lo que en sueños acarrea

un destino sin fortuna.

 

Y en kilómetros de piel

se amaron hasta el final,

sin clara luna de miel

ni boda en la catedral.

 

Tenían mucho para ellos:

juventud, deseos, vida;

más la senda pone sellos

que encierran la despedida.

 

Las nostalgias anidaron

cuál lágrimas en el suelo

así, entonces, se olvidaron

el alelí y el desvelo.

 

Ella se iba deshojando

al caer pieza por pieza. 

El las noches fue llenando

con café de la tristeza.

 

No hubo verano ni invierno

mucho menos primavera,

sólo otoño del infierno

de un amor que nunca fuera.

 

Y pasaron lunas nuevas,

las crecientes y las llenas,

pero el cielo, cuando neva,

llora blancas azucenas.

 

Mas la vida desalmada

los reunió frente a frente,

una tarde despiadada

se encontraron nuevamente.

 

Al mirarse largo rato

vieron que no eran los mismos.

pues el tiempo no fue grato,

de sus almas hizo abismos.

 

Y desterrando temores

pronunció "¿cómo has estado?"

Ella le dijo: "mejores

momentos he yo pasado.

 

Con un nudo en la garganta

y unos besos atorados

despidieron lo que tanta

vida tuvieron guardado.

 

Al dar la espalda cayeron

lágrimas de aquel amor

que alguna vez mantuvieron

el desvelo y una flor.

 

Ahora ella duerme lejos

y el amor busca cercano,

uno que llegue hasta viejos,

uno que no sea en vano.

 

El describe por las noches

cada estrella, el universo

y entre trazos de reproches

se desnuda verso a verso.

 

Esto era una historia mía

que ya casi nunca cuento.

Yo no sé si ella venía

de los montes o del viento.

 

Sólo sé que la quería

y aún la quiero en cada intento.

Ver métrica de este poema
  • Autor: Enmanuel Gómez (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 14 de julio de 2016 a las 21:17
  • Comentario del autor sobre el poema: Un breve cuento de amor triste de una larga historia.
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 22
  • Usuario favorito de este poema: Lebusla.
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Comentarios2

  • EdithElviracolquirojas

    PRECIOSOS POEMA Y te invito amis letras

    • Gomezea

      Gracias, mi estimada. Ya me daré una vuelta por tus poemas. Saludos

    • Lebusla

      Muy buen versar, me gustó leerlo.
      Saludos.
      Lebusla.

      • Gomezea

        Gracias, compañero. Me alegra que le haya gustado. Saludos



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