Último momento

luzdeabril

Mordisqueé la comisura de mi uña por última vez, trangándome mi último pensamiento. Atrapada entre cuatro paredes de desván, ahogándome en el vacío y en el desvelo de cada maldito arcano en mi mente, sostuve el revolver en el dorso de mi mano y rozé el gatillo con la yema de mis dedos. La adrenalina recorrió cada centímetro de mi cuerpo, dilatando mis bronquios y acelerando mi pulso, antes de finalmente apretar el arma y dejarlo caer contra el pavimento. El impacto se hizo infinito en mis sentidos, se congeló en el tiempo, haciéndome estallar en sollozos. Me tumbé en el piso, preguntándome qué acababa de hacer y sintiendo el suplicio cada vez más lento, hasta advertirme de cómo desaparecía; perder la movilidad de mis músculos y la audición de mis llantos, el control de mis ojos y el jadeo en mi respiración. Observé el aire fulgir, al igual que a mis demonios reflejados en el crúor sobre el suelo, y sentí el cálido aroma del averno penetrar mi nariz. Imaginé la indiferencia de mi existencia, que mi espacio sería ocupado por alguien más, que nadie lloraría por mi muerte y que no habrían pésames que dar, y por fin sentí que le hacía un favor al universo. Por fin sentí que podía ser útil.

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