Un cuento de tres protagonistas

Esteban Mario Couceyro

Este relato, muy bien podría haber pasado, o quizá algún día suceda, todo depende de mi    .                        de mis celos enamorados hacia la protagonista.

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El atardecer de una primavera tardía, enmarca a la protagonista atareada en su pequeño jardín. El contexto de flores y plantas diversas, hacen el lugar algo caótico, algunos pastos se empeñan contra los senderos, venciendo al diminuto trebolar que ganó temporalmente el rincón mas oscuro del jardín.

Ella está detenida frente al tupido matorral del malvón de luminoso color rojo, está inmóvil y pensativa, hasta que lleva su atención al cielo por unos instantes, mientras se dirige al sillón de hierro con almohadones floreados.

Sus ojos se cierran, mientras las facciones toman una relajada expresión. ¿que estará pensando?

Repentinamente, un ruidoso grupo de pájaros, irrumpe en la frondosa enredadera, haciendo sobrepasar el ensimismamiento de nuestra protagonista, que mira el alborota, como si fuese una señal a sus pensamientos.

 

Desde mi punto de vista, sentado en el otro sillón, dudaba de los pensamientos de ella, pero tenía una leve sospecha, esos ojos tan brillantes, que reconocía de épocas ya vividas, solo expresaban enamoramiento y eso me colmaba de dudas amargas, pues raramente, esos ojos encontraban los míos.

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Los pájaros..., que locura llevan, sin duda es un mensaje a mis deseos. En su último correo, se mostró tan deseoso de un encuentro, que me lleva a la angustiosa inseguridad que tengo, pero lo amo con la fuerza de una adolescente.

 

Es tan distinto su mundo, temo no agradarle como mujer, tendrá tantas mujeres bellas a su disposición, que cuando me vea se decepcionará. Ya el tiempo ha dejado sus huellas, algunas estrías y lineas de expresión, como le dicen a las arrugas. Otro punto es la ropa, está acostumbrado a vestir de lo mejor y mi vestuario deja expuesta una vida simple, lejos del lujo en que él se mueve. ¿Como olerá?, supongo que a un perfume caro y yo ¿qué me pondré?..., sentirá pena por mi.

 

Me está mirando, con esa expresión serena, tan serena que me incomoda..., ¿por qué se comporta con tanta comprensión?, hasta diría que coopera con mi felicidad.

 

Él sabe de mi amor y solo atina a decir que lleve mi deseo a un encuentro de amor.

Jamás ha luchado, con la violencia herida del desheredado de amor, si hubiese sido yo..., mejor no pienso en eso.

 

Iré a su encuentro, ya sé me pondré pantalones y una blusa que ya tengo, con el saco entallado. Solo debo comprar zapatos y una cartera nueva.

El maquillaje..., no iré a cara lavada, para sentirme yo misma. Eso si pasaré por el instituto de belleza por tareas de mantenimiento, debo estar lo mejor posible..., tengo miedo de no ser lo suficientemente bella a sus ojos, no soportaría su decepción, aunque como es un caballero, no lo dirá, pero me daría cuenta y se arruinaría todo.

 

Con qué cara regresaría a mi casa, a enfrentar nuevamente a ..., encontrar su mirada.

Debo hacer un tiempo a solas, para escribirle y aceptar la invitación...

 

Sería conveniente, que en esta primera vez nos encontráramos en un lugar público..., ya sé en la plaza y luego iremos a tomar algo, mejor que sea el té...

Después, si todo va bien..., no quiero pensar..., pero lo imagino abrazándome y yo dejando que todo ocurra.

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Una vez más, en vuelo hacia un lugar ajeno, dónde otros viven juegos en los que han de morir. Siempre termino siendo un espectador voluntario de sus destinos, hasta diría yo, un favorecedor de sus deseos ocultos de no vivir.

Estoy sentado, solo con mis papeles, controlando hasta el hartazgo las condiciones de la negociación, que me lleva a ese lugar olvidable.

Mas allá, en las otras butacas, mi comitiva, en parte duerme o mira por las ventanillas el increíble cielo que atardece.

Ya por esta hora, estará llegando en otro vuelo la custodia que “limpiará” el hotel y lugares que frecuentaré.

 

Por la ventanilla, veo el poniente de increíble color naranja y pienso en ella, tan lejana.

Rescato su imagen, fuerzo mis ojos, para verla. Aparece angelical como si siempre hubiese estado esperando, intemporal sin engaño ofreciéndome su alma.

Que bueno sería tenerla al lado, tomar su mano y acercarme a su pecho, hasta escuchar los latidos huir como una bandada de pájaros.

Deseo estar frente a ella, tan distinta a las otras mujeres, tan bella...

La imagen, serena mi existir, tan bella como un ángel, me lleva a la niñez.

¿Cómo podría abrazarla?, sin que el universo fulgure como en su inicio, como haré para besarla y que mis manos no huyan como ladrones por su cuerpo.

¿Cómo haré?...

Continuamente, reviso el correo, esperando sus palabras, aceptando un encuentro, estoy dispuesto a que el mundo se detenga..., a que ese día nadie muera, estoy dispuesto a vivir, aunque solo sea ese día en sus ojos.

Veo que mi asistente viene, seguramente estamos por llegar, tendré que ponerme ese incómodo chaleco, él irá delante mío dos por detrás y el resto ya estará en el aeropuerto.

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  • Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 14 de mayo de 2016 a las 11:10
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 98
  • Usuario favorito de este poema: anbel.
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