El bosque

Samuel Santana

Muchas veces, en días tristes y de incertidumbres,

he venido hasta esta montaña para recrearme entre los árboles.

Bajo ellos se guarece la calma y la penumbra.

Pero he descubierto la virtud de hacer olvidar y renacer esperanzas.

Son ellos el nido de los pájaros y la casa de innumerables criaturas minúsculas y grandes que viven para soñar y que sueñan para vivir.

Es comunidad de paz, de colores, de trabajo y de canciones.

El olor de las flores inunda el aire que atraviesa la ciudad.

No hay inferioridad ni grandeza.

Solidaridad y amor.

Hermoso es ver como los troncos, por sus ramas, se entrelazan, se besan y se tocan como hermanos y amigos.

Ellos protegen los ríos,  los manantiales y los arroyuelos, soportando sobre sus espaldas el látigo candente de la canícula.

Y, en cambio, el mineral cristalino les agradece con su oxigeno penetrante hasta los tuétanos del corazón.

En la aurora y en el crepúsculo, la neblina los perfuma con su silueta delgada y transparente.

La humedad, salida de su seno, se expande por la atmosfera y la tierra.

Allí, cuando las ramas rasgan el viento a su paso,

surge el sonido de un violín armónico y alegre.

El bosque es más que hojas y leños.

Es un fascinante santuario de cura para el alma humana.

  • Autor: Samuel Santana (Offline Offline)
  • Publicado: 13 de mayo de 2016 a las 09:53
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 44
  • Usuario favorito de este poema: nelida moni.
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