La señora mía

Norberto p.p.

 

 

Miércoles diez de dos mil dieciséis primaveras, 
día diáfano sin gusanos grises en vid.
Llega la mañana con el sol en el alcor,
canta Laura la Hungarilla con el ruiseñor.

 

En el talego lleva el dulce para sus labios,
armada en su jumento al sitio de sus recuerdos.
Lleva consigo el amor a los mil descarriados:
jubiloso el corazón, lo declaran sus manos.

 

Sus pies revientan con la tierra y atisba al cielo,
cruza caminos con veredas y no voltea,
y, yo me desvelo figurando sus cabellos.

 

De repente, así como Venus sigue a la Luna,
me he abandonado a su mimetismo y me he sumado
a su misión ahasverus de sendas continuas.

 

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