Perfume.

Perfume.

Podría dormir mil noches, arrullada por el olor de tu perfume.

Recordarte en sueños, sentirte a mi lado, sentir tu calor en la piel, ni los colores que trae la luz se comparan con verte a lo lejos, escuchar esa voz, tú voz que empapa mis oídos.

La luna me ha hablado muchas veces, hoy no puedo dormir de nuevo, el insomnio te trae a mi otra vez como un espejismo que se empeña en engañarme y que injusticia, pues no estas.

Pensar una y otra vez en tu voz, en tu sonrisa, en tus ojos y en tu aroma que me transporta a espacios desconocidos de mi mente, esos espacios que estuvieron dormidos y perezosos por mucho tiempo.

Hoy te hablo, no sé si me escuchas, no sé si me entiendes y trato de anestesiarme con tu perfume, como una salvación más a mi imprudencia, a esas ganas poco humanas de tenerte tres segundos aunque sea.

Al principio fue un juego y no podíamos negar tanta perfección, el secreto fue nuestro aliado, camarada oculto entre las sombras del placer, de lo que nadie puede ver

Y hoy me parto, no sé si en dos o en tercias, pero me parto y cada pedacito de mi pide a gritos una cura, algo que calme el fuego…

Y de repente como sí nada estas tú, hablándome, jugueteando conmigo y con mi mente, despejando la neblina de dudas viejas y tejiendo una nueva para cuando desaparezcas cubrirme con ella, no sé qué eres, ¿eres ángel o demonio?

¿Veneno o perfume?

Esa cura que hace falta, ese abrazo que no termina, el día más largo o corto del mundo.