Cubriendo va el ocaso ya el camino
desierto con su lóbrego sudario
y un ave negra de nefasto fario
repite terca su agorero trino.
Se borra en la cuneta al mortecino
claror un árbol muerto y solitario
y allá en la aldea el viejo campanario
mata otra hora con su son cansino.
Del sol la noche corta el ya postrero
fulgor con la hoja fría de su acero
y cae sobre el paisaje como un muro.
Me siento sobre un hito del sendero
y siento de mi alma el agujero
más grande cada vez y más oscuro.
Osvaldo de Luis
Comentarios2
TRISTE... PERO MUY HERMOSO...
Muchas gracias, Pani.
Un cordial saludo.
Florido lenguaje para pintar el tétrico paisaje. Me pareció como antesala de la muerte. Saludos, Lud.
Gracias, Franco.
Un saludo.
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