Resquebrajo del destino

Alejandro Vs

En la orilla se apostó el recuerdo
de aquel estío procaz y obsecuente
que por primera vez me observaba
sometido en su morada.

 

De entre los arbustos,
una sombra arrolló el fulgor,
desvaneciendo la claridad,
iluminando mi realidad.

 

Su voz se escrudiñó hasta lo más íntimo,
entensando las mínimas células,
fortificando los sentidos,
los sentimientos más perdidos.

 

María Constantina Reyes,
mote noble, célebre,
del séptimo arte,
de las verdes praderas campesinas.

 

Se vislumbró como una tierna puritana,
se marchó como una satisfecha cortesana.

 

El reflejo estelar de sus ojos
condecían con mis esperanzas,
mas no como con sus deseos,
mas no con su lúgubres llamas.

 

Subyugado a la mentira,
a la fisiología,
a la mundanidad.
Envuelto en la niebla clandestina,
recurrente, irrenunciable.
Trovador de desenlaces
imprecisos, desesperados.

 

Entregado al influjo eterno
bendije mis sangre
y todo lo que afloraba
por la dicha máxima
que sólo Dios enviaba.

 

Largas lunas palidecí
por aquel momento
que indiferente a la luz
oscureció todo en mí,
desterrando el portuario
solemne, gentil
de un joven sembrador febril
que sólo quiso a la vida seguir.

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