La Dama y el Poeta I (prosa)

Milagros recorría los senderos de su imaginación luego de algunas horas de lectura, su habitual pasatiempo cuando la tarde languidecía. Ese era su juego favorito desde que aprendió a leer, perderse en su fantasía. En la escuela solía hacerlo durante el receso, sus compañeros casi siempre la veían leyendo sentada en la banca del corredor; ellos mientras tanto corrían hacia el patio para disfrutar de un juego de pelota.

Mili, como le decían todos aquellos que le conocían, recientemente había adquirido varios libros de poesía con los que divagaba en soledad. Una de esas tardes en las que el cielo se teñía de naranja y los pájaros empezaban a buscar refugio en la arboleda, Mili escuchó una dulce melodía y se levantó del sitio donde estaba leyendo, quiso saber de dónde provenía tan preciosa música pero…cada vez que avanzaba, el viento se llevaba la música que atraía su curiosidad. Se alejó bastante y llegó a la ribera del río que corría por su propiedad, observó detenidamente por todos lados y fijó su mirada en la corriente cristalina que danzaba alegremente –debe ser tu rumor, el que provoca esa melodía–le dijo al río, cómo si éste hubiese cobrado vida y pudiese escucharle.

Al regresar, se dio cuenta que uno de los libros estaba abierto y sobre sus doradas páginas…una flor marchita. Mili, dirigió su mirada en varias direcciones tratando de ver algún indicio que le indicara la presencia de alguien cerca del sitio, todo estaba en silencio. La situación se repitió un par de veces más, ella estaba muy intrigada y pensó: ‹‹mi imaginación ha llegado muy lejos, debo situarme en la realidad y dejar a un lado mis fantasías››. Pero las rosas eran reales…