Rememoro aquellos días
en que el alma se perdía,
entre sueños y utopías
de una noche sin piedad;
frías sombras me abrazaban,
mientras lágrimas danzaban
con mi triste soledad.
Era frágil, era ausente,
un suspiro entre la gente,
lejos de la hipocresía
de un mundo sin bondad;
mi existencia, tan doliente,
era un eco indiferente,
un lamento sin edad.
Me juzgaban sin motivo,
por ser alma, no cautivo,
por mostrar mi identidad.
Sus palabras, como espinas,
me herían las retinas
y apagaban mi verdad.
No entendían mi tormento,
solo huían del lamento
que ocultaba mi mirar;
y en su cruel indiferencia
iba muriendo la esencia
de mi joven palpitar.
Mas un día, entre silencios,
decidí alzar mis comienzos
y romper la oscuridad;
me arranqué viejos disfraces,
limpié el alma de sus fases
sin perder mi humanidad.
Perdoné cada desprecio,
y sin odio como precio,
dejé atrás la tempestad;
pero en mí quedó la herida,
esa huella tan sufrida
de mi triste soledad…
Yasuara Melgara
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Autor:
Jasuara Melgara (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2015 a las 12:48
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 184
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