DOMINICANA

Izandro

 

Se encontraba parada bajo una amplia Palma de sombras, su cabello largo como el tiempo vivido, le llegaba a las caderas con sinuosa cadencia; su mirada se había perdido en el infinito, y hurgando entre el ocaso y su estancia, miraba esperando al amor, hasta hoy esquivo.
Había leído poesías, que la trajeron a esta ardiente bahía, y sus pensamientos muy ricos, sembraron letras que en ella vivirían...

“las estrofas de ese poema, se parecen a lo que he vivido”

-se repitió aquella tarde-

...y sus palabras escuetas, llenaron de ansías, el corazón que le habían partido.

Miraba las velas de aquellos largos navíos, y en un denodado esfuerzo, buscaba a quién no la esperaría; su paciencia sin límite ni desvarío, la sostenían de pie bajo la Palma, su cabello tan largo, cual negro velo de novia, le llegaba a las caderas, y sus hermosas piernas, torneadas, sostenían aún con fuerza su esbelta figura; llevaba en una de sus manos un pequeño relicario, y en la otra, las poesías de su autor amado; sus labios, aún oraban en silencio, cantando las estrofas de aquella poesía, y dibujaba las palabras, en el azul cielo e infinito, del ocaso de la bahía…

La tersa piel de tus manos,
Han descrito con suntuosa algarabía,
Los cantos sagrados del mustio recuerdo,
Al partir mi balsa, en larga travesía;
Te ví de pie en el viejo muelle,
Con tus dulces y amables manos despidiéndome,
Tu hermosa boca repetía mil palabras,
Y en los ojos de mi alma, ellas fueron traducidas.
Te prometo que al ocaso de he de volver,
Cuando el cielo azul te de un anuncio,
Y la estela de tu amor te de un suspiro,
Vendrás al puerto de mi bahía,
Y hallarás mi amor, que por ti vivía.

Su fe y espera la habían envuelto, en renuncia a lo infértil de una vacía agonía, sus palabras, las de su poema, habían vivido en paciente vida, hasta ver el cielo azul, y el oír de sus suspiros…

“el vendrá… llegará… y cuando aparezca, sabré que es el, que es su amor el que me dio vida, y que es mi amor el que lo trajo, a través de la bahía…”


Sus palabras como fiel rezo, la llevaron en silencio hasta la playa, y parada aún bajo la Palma, oraba en secreto, por aquel al que ella amaba,

“…llévate el silencio de mi alma, y tráeme canciones de una niña en cuna, vive en mi presente ahora, como en sueños yo te traigo sin demora…”


La brisa del mar de Santo Domingo, refrescaban su ansiada espera, mientras a lo lejos una larga balsa, se acercaba en barlovento; su pecho, fruncido contra su alma, había despertado y salido del silencio, para cantar canción de cuna, de niña enamorada, su hombre y su sueño, sus palabras y sus rezos, ahora yacían a su lado, sin tristezas ni desconsuelo, su espera había muerto y su hombre llego cual tibio viento, para quedarse junto a ella…

mirando el ocaso, bajo la Palma.

 

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  • Autor: Alejandro Iza (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 20 de agosto de 2015 a las 17:18
  • Comentario del autor sobre el poema: Escribo y disfruto al hacerlo, escribir poesía es un placer, pero escribir narrativa e introducir en ella poesía... eso si es un deleite para mí, espero que esta, sea de vuestro agrado.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 33
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