La pequeña tiendita de la muerte.

Con el tiempo
Te das cuenta que cualquiera te vende Una pequeña muerte.
Quien te vende un par de zapatos
Te vende el dolor de las llagas en tus pies
El miedo a romperlos o mancharlos
Y la necesidad de caminar, posiblemente sin rumbo.

Quien te vende cigarros, te entrega la muerte sin caretas
Dejando en ti la dependencia de sujetarte de labios a esas cadenas
Que son la esclavitud sin fin a la compañía del humo.

Quien te vende una cámara, entrega tu alma al recuerdo
Dejando entre tus archivos la permanencia de un ocaso que no te permitirá encontrar la noche.

Quien te vende una puerta, te da la necesidad de construir paredes
Castrando la libertad y la vista, trayendo con ello la dependencia a algún candado
Para poder dormir seguro de noche.

Quien te vende una pintura, está dejando colarse entre tus ojos lo conforme
Y que no busques con los días, ser tú mismo el que decore las paredes.

Pero de todos, el peor
Es el que te vende el arte.
Te abraza a la pasión eterna,
de esta,
que es la manera indiscutible de morir de a poquito