Los ojos

La presencia de esos ojos demuda mi alma impía, la dirección de esa mirada discurriendo a mi vista alumbra el lirismo de su sonrisa rodeada por escalones en una tarde. Deleznable par de ojos manchados me pertenecen a diferencia, en ellos habita la estirpe del dictamen solitario y melancólico que se concília con los saltos de fe, desgaste prolongado del clasismo y la búsqueda de conocimientos insaciables.

Sus ojos han de ser patentes de amor que amasan a los árboles que miramos en un lugar de recurrencia cotidiana, simulando admirarlos como una entelequia lejana, vacío  lugar de vida diaria en el que comienza a nacer la metafísica en los espacios vacíos a causa del discurrir de su mirada que  inicia la tempestad de nieve anaranjada arrancada de las ramas, consanguíneas figuras del simbolismo permanente.

Desgasto la pupila y exúdo confusión, el lucernario de la desorientacón  que subsiste bajo mis pensamientos inhibe mis palabras, pero se sobreentiende que mi intención no es más que mirar allí,a la ventana al universo habitante de sus ojos, en ella veo estrellas antiquísimas y auroras boreales, otro universo contenido en este en que el que a su vez, repito lo mismo viéndolos hipnotizado en una sucesión urobórica  infinita.