(::::::::::::::::::::::::::DON ROS::::::::::::::::::::::::)

Juan Senda

  

(El comedor, se ven peregrinos y ganaderos, autoridades y otros señores, todos están comiendo.

Rita y sus doncellas están en la cocina y Don Ros y Sofía en un rincón del mesón distantes de los demás)

 

 

DON ROS:

 

¿Nos podemos tutear? ¿Verdad?

 

RITA:

Me place decir que sí.

De tus platos favoritos

¿cuáles te ha de servir?

 

 

DON ROS:

Que me sirvan solomillo,

rodaballo al perejil,

salmotes al ajillo,

y dos zancas de perdiz.

Y de vino he de beber

el tinto por excelencia,

luego un puro de Montecristo

y flores para la mesa.

 

 

Y vos amor de mi vida,

¿qué plato vais a tomar?

 

 

RITA:

Cinco setas al ajillo,

un poco de cabritillo

y diez santiaguitos de mar.

 

 

NARRADOR:

Don Ros deja caer sus dedos

en las manos de Sofía,

y mirándole a los ojos

galantemente le decía:

 

 

DON ROS:

¡Qué privilegio es el mío

poder hallar en la vida,

una cándida mujer,

como una estrella divina,

corazón de pan y aceite,

con alma de poesía!.

 

 

(La gente ha terminado de comer.

Los peregrinos cantan y se ve mucha alegría.

Las doncellas bailan y tocan las castañuelas

y a la puerta del Mesón hay mendigos).

 

 

NARRADOR:

Después de que todos comieron,

se formó un gran festín,

Don Ros y Sofía dijeron,

nos iremos al jardín.

 

 

(Don Ros, lamentablemente le comunica a Sofía

Que tiene que partir para Ferrol, en donde tiene que embarcar en el Crucero Canarias, para efectuar unas maniobras en el Estrecho de Gibraltar.

Sofía se entristece él la calma con sus amorosos versos).

 

 

DON ROS:

He de dejarte, amor mío,

pues la vida del marino

está colmada de penas,

por vivir siempre en la mar,

y pocas veces en tierra.

 

 

No temas querida mía,

volveré a darte vida,

y los llantos de mi alma

las penurias vespertinas,

y también mis circunstancias.

 

 

Mientras mi corazón exista

y aunque en las tormentas viva,

y rompa mi corazón

porque esperando vivir…

sólo e ti hallaré la vida.

 

 

Te mandaré en mis cartas

toda mi melancolía,

trozos de mi corazón

envueltos con mis pupilas

para ver mi corazón

y en estos consuelos vivas.

 

(Se despide de Sofía que queda llorando)

 

 DON ROS:

No  quiero que llores tanto,

ni que derrames más lágrimas,

no temas dulce amor mío,

yo  quiero dejarte el alma,

y toda mi sangre pura

por nuestro amor derramada.

 

 

Qué glorioso fue el día

y creo haber encontrado,

el más tierno amor soñado

que jamás yo soñaría.

 

 

(Pasadas unas semanas en la mar,

a bordo del Crucero Canarias

Don Ros le escribe la primera carta a Sofía)

 

 

DON ROS:

¡Oh, paloma de los mares,

golondrina de mis brisas,

mándame un beso en el aire

y aroma de tus mejillas!

 

 

¡Oh!, Dulce querida mía

mira la fuerza del mar,

mira su furia infinita;

más furia tienen tus ojos,

que a los míos los cautivan.

 

 

No puedo aspirar el aire

cuando el recuerdo suspira,

ni tengo aliento en mi nave

ni en  mis labios la sonrisa.

 

La nostalgia me consume,

me devora, me aniquila,

y  a veces pienso que llora

toda mi melancolía.

 

 

Por las noches en cubierta

cuando me besa la brisa,

sueño que vienes con ella

a traerme tus caricias.

 

 

Este  dolor me sepulta,

que es mi gloria y agonía,

por ello quiero el dolor,

aunque muera cada día.

 

 

¡Oh!, Dulcísima Sofía,

es tanto lo que te amo

que ya no encuentro medida…

ni hallo comparación,

Que  me fluya tanta dicha.

 

Adiós, ¡oh, querida mía!

Te envío mis besos de seda

para tus bellos ojos,

que son de almendra y oliva.  (Sigue

  • Autor: Fco. de Sotavento. (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 18 de junio de 2015 a las 14:51
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 53
  • Usuario favorito de este poema: Juan Senda.
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