La máquina

La máquina

El tiempo nos dirá que pasa luego,

pero el asunto es este: ¿quién gobierna,

el viejo corazón, tambor gastado

y lleno de sonidos ancestrales

o el lánguido tic tac de los relojes,

de una máquina que mide las nostalgias,

el viento, las esquinas del ensueño?

¿La roja saciedad de los que buscan, aun perdidos,

o el tímido pregón del resignado a lo que ocurra?

¿Triunfa el que juega sin saber ni de sus ases,

o el que espera el veredicto de unos cálculos exactos,

de un triunfo en que el final es sólo un rito,

lleno de sepulturas y silencios,

lleno de libertad que se nos pudre por no usarla?

¿Gobierna la razón que no logró llegar a puerto

ni darnos paz ni aliarnos de estatura

o el terco corazón que no comprende los errores

e insiste en perseguir la clara estrella de su vuelo,

aun si se equivoca, aun si pierde su plumaje,

aun si tras saltar comprende en la caída que fue pleno?

¿Es todo una sanción de los poderes paralelos,

de un siervo, de un sumiso, de los doctos argumentos

entre los que el dudar sólo da cárcel y desvelo,

entre los que vivir es siempre y siempre una aventura?

¿O hay algo más que el secreto que los sueños no revelan,

alguna voluntad que no torcer ni ante el destino,

o es todo sucumbir a los dictámenes del cielo

sin más que simular que esto era todo lo posible?

Me siento sin ciudad cuando las calles se despueblan,

me siento sin balcón cuando se van las golondrinas,

me siento sin piedad como en los garfios de las rosas

que crecen al pasear por las noctámbulas preguntas

y en el sencillo paredón en que sin culpa mueren todos.

El tiempo nos dirá lo que ha pasado,

sólo que es de mi voz que se han fugado las palabras.

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09 06 15