AÑORANZA

Añoro tu sonrisa singular y serena,

Y solo de añorarla mi amor muere de pena.

Añoro tus cabellos con su aroma a verbena,

Tu cara nacarada, blanca cual azucena.

 

Añoro, por las noches, tus sensuales caricias,

Disfrutadas sin prisa, pero con avaricia,

Y yo añoro tus besos, que en mí fueran primicia,

Y luego, con el tiempo, llenamos de pericia.

 

Tú que a mi me saciaste, cuando de amor, la hambruna,

Sufría sin atisbo de esperanza alguna

De encontrar alimento a mi espíritu en bruma,

Ahora me abandonas sin caridad ninguna.

 

Y me dejas perdido, buscando mi destino,

Sin faro, sin estrella que alumbre mi camino,

Privado de tus ojos, del brillo diamantino

Que marcaba mis pasos con su fulgor divino.

 

Y así, desamparado, viajando entre las sombras,

Perdido en este infierno porque ya no me nombras,

Te busco en el silencio, que dicen las alondras,

Que te vieron volando montada en tu zozobra.

 

Vuelve a mi, amada mía, que sin ti nada soy,

Que el ayer y el mañana me parecen un hoy,

Que arrastrando mi alma por avernos estoy,

Que la rabia y la pena componen mi convoy.

 

Yo que siempre te he amado de forma desmedida,

Que, desde que te fuiste, ya no sé si mi vida

La sostiene el recuerdo o, por siempre perdida,

Vaga entre las penumbras de almas incomprendidas,

 

Te pido que regreses, que alumbres nuevamente,

A este horrible giñapo, hundido en su inconsciente,

Que se atreve a rogarte, de forma impertinente,

Que vuelvas a quemarme con tu pasión candente.

 

Mayo de 2015

Jose Cruz Sainz