Los miedos reales

Qué carajos, menuda tochada como decimos aquí
qué figuras, cuáles sombras, dónde alguien espabilando de miedo.
En qué noches, en cuáles días, en dónde alguien diciendo la verdad
porque a decir verdad esa verdad me suena a verduras pichas
porque la mentira es así; un montón de palabras muertas que nadie
quiere porque huelen feo, basura multiplicada por basura y elevada al cubo

y más basura y más y más.
Que me digan pues, en dónde asustan porque no, no es así
porque todos saben que no, que la noche no viene acompañada
de muertos ni de espantos ni de diablos ni diablines
que eso es una burla al lado de los que asustan de verdad
al lado de los que acompañan de veras a la hora de dormir
a esos monstruos de nombre y apellido,
monstruos de pánico real frente a lo que da pánico, frente
a una pérdida, un adiós o un hasta pronto porque eso es lo que da miedo;
el hasta pronto que termina siendo el hasta nunca para siempre jamás de los jamases de jamasalandia, porque sí, quién desmiente
quién tan cobarde o valiente de decir que hay alguien o no, allá o aquí, que

retuerce de miedo más que un satanás al pie de la cama porque se fue y no

concluyó, porque quedó a ras del punto y seguido y el punto y final y, ah,

claro, también los que están por irse que sabemos
que se van pero qué carajos, no se van porque no hay adiós, ay Dios, por

qué se van, y así quedamos temblando de frío y miedo,
cosa deambulante catastrófica temblando como cual perro mojado en plena calle y plena noche porque ellos también tiemblan de miedo y no por brujas

ni espantos, un miedo real en lo que es real y aún peor porque temblamos

en la noche colectivamente cuando acostamos y acaso estará ella

muriéndose también de miedo cuando cierra los ojos, él cagándose de

miedo pensando en que estará ella cerrando los ojos dislocándose del

susto, yo privado de miedo porque me halaron los pies y no fue un

fantasma, no eso que inventa por ahí sino lo real, 

algo aquí que me tira al otro lado, que me hace cerrar los ojos y taparme

con la almohada, respirar despacio y hacerme el muerto.