Se llega a un momento

mario mena mena

Se llega a un momento en que se corre el riesgo de que todo sea nostalgia

en que uno gaste las horas y las palabras repasando sólo los recuerdos

porque el paso del tiempo ha destilado lo amargo, el dolor y el sufrimiento

y parece que hasta fue hermoso haber caminado descalzo entre piedras puntiagudas, viviendo en un tiempo de círculo vicioso, donde no había caminos ni esperanzas,

donde las ocurrencias de los que eran adultos, era todo lo que se podía saber y creer.

Donde nadie tenía sueños, sólo pesadillas, fantasías o tormentos.

Se sabía que había otros mundos porque colindaban con la finca y la línea del tren,

pero todos parecían lejos, imposibles de saber por qué estaban allí, mejores.

 

Se llega a un momento en que se corre el riesgo de que todo el tiempo sea nostalgia,

que no halle un presente donde poner los pies, ni un futuro donde fijar la mirada

y entonces uno corre el peligro de quedarse perdido en un tiempo ajado y viejo,

un tiempo en que las personas no tienen a nadie por dentro, no tienen ser,

no son nada, sólo luces que se prenden y se apagan al encender el recuerdo,

que van y vienen diciendo lo mismo, pensando igual todos los días,

siendo exactamente los mismos que fueron en aquel tiempo,

usando las mismas ropas y haciendo los mismos gestos.

 

La nostalgia se vuelve como un país de solitarios sin norte ni propósito,

en que las cosas están hechas de un material sutil y volátil como un humo

y se descubre que todo se traspasa cuando uno lo toca con un dedo,

que no hay nada al otro lado del pálido color de los recuerdos,

que nada más tenemos fotos o vídeos de momentos.

Aunque todas las nostalgias son distintas y cada quien tiene la suya

tienen en común estar hechas del polvo fino de los recuerdos

que se deshace al mínimo contacto con la efímera realidad del presente

o con el viento recién nacido y fresco que proviene de donde nace el tiempo.

 

Se llega a un momento en que se corre el riesgo de que todo el tiempo sea nostalgia,

que sólo se escuche canciones viejas, de los cantantes de nuestro tiempo,

y ponemos la emisora o buscamos los vídeos para que nos canten sólo muertos.

Si uno no se cuida, puede ocurrir que ya no conozca a una persona nueva,

que uno no cambie, que uno no crezca ni mejore, ni aprenda nada nuevo

y se repita a si mismo, de la misma forma como las personas del recuerdo

corriendo el riesgo de que se comporte, piense y hable como un muerto.

 

Y es necesario ser cauto, porque la nostalgia es colorida y perfecta

porque hasta lo amargo, triste y doloroso se destila con el paso del tiempo

y surge la inclinación de idolatrar y sublimar lo que ya pasó y no tiene regreso.

Porque cualquiera puede inventar y mentir repintando sus recuerdos

y en unos casos para mal ser esclavo por siempre de grises y crueles momentos

o volar sobre una geografía de flores, postres y miles de besos.

 

Se llega a un momento en que se corre el riesgo de que todo el tiempo sea nostalgia,

que uno llegue al borde donde no hay vida real, ni nace un brote del mañana.

Es entonces cuando debemos desplegar las alas, y elevarnos por encima de esta zona,

y ser habitante solamente de este tiempo, del breve instante que todos tenemos

y vivirlo conjugado en el único tiempo que tiene: presente y ahora

donde uno sea gerente y no esclavo de sus recuerdos,

y donde el futuro sea la consecuencia y fruto exacto de lo que hacemos.

De las semillas que sembramos ahora, de los trabajos de cada momento.

 

 

 

 

 

 

  • Autor: mario mena (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de marzo de 2015 a las 17:22
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 75
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