Anajel

Ramirez Adrian

 

 

 

 

Se los juro, en serio se los juro

y a mi madre, porque sé deberas que eso es malo

pero les juro que la he visto

porque ella estaba allí como si nada

como mirando a no sé qué o a no sé dónde

y de pronto porque se entregaba

y se vencía frente al mundo en un abrir

y cerrar de ojos

y porque.

 

 

Pero la cosa era distinta, ¿sí?

porque yo estaba frente a ella como un error en el tiempo

y ella estaba allí como me había imaginado que era ella

pero más extraño

porque ahora ella me miraba

y no cabía la menor duda de haberla visto

de haberla visto mirándome a mí, pobre y vacío y

recostado a ese peldaño en el que me sostenía para

no caerme,

mirándome de una manera que sólo alguien con esos ojos

podía mirarme.

 

 

¿Ya me entienden por qué el afán de que me crean?

y vayan a saber ustedes si es que estoy loco, pero

había sabido de varias cuentos de por ahí que siempre

concluían en lo mismo, en una muerte segura.

La gente por estos sitios es muy supersticiosa,

y creen en todo cuento de camino que

escuchan por ahí. Yo no estaba

loco ni muerto, pero por si acaso,

porque a veces uno nunca sabe, quería que

alguien más lo supiera, ¿entienden?

que supieran que la había visto a ella

como solamente ella podía darse a conocer

como en un encuentro revelador

o tal vez mediante una maldición perpetua.

 

 

A poca suma y en conclusión

puedo asegurarles por mi madre santa

que había sido a ella a la que había visto

porque era infalible no reconocer a esa manera

de caminar,

esa manera de irse alejando poco a poco por

el arroyo de donde probablemente había venido.

Esa suspicaz manera de no mojarse los

pies al contacto con el agua.

Esa divina manera de irse desvaneciendo poco a

poco que sólo una perfección como ella a

logrado.

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Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Muy especial y bello tu poema amigo Ramirez...
    Un placer haberte leido...
    Saludos de amistad de Críspulo...
    El Hombre de la Rosa...



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