Morir da igual

Sandro Tovar



 

“Nada mas negro como la oscuridad que alberga el alma”

 

Antaño temía morir y despertar luego dentro de un ataúd, dejar de ser niño, entonces enloquecía sin querer salir de debajo de la cama, y ese día no jugaba, mantenía vivo al  niño, y en aquellos días imaginaba cada escena que escuchaba, imaginaba que moría de mil formas, era la muerte un pensamiento recurrente en mi cortedad de ideas.

Desde entonces la muerte es fría y seca, agusanada a veces, pero siempre encerrada en ese cajón que carcome el tiempo, la vida y la felicidad.

Antes creía que los muertos pasaban largo rato meditando en sus recuerdos, y que a veces alguno de ellos me tenia fijo en su ideal inmundo, y al mismo tiempo le podía recordar e identificarme con su estado quieto. Y así pensando en todo aquello, era que los muertos me entendían, se apoyaban en mi para ver el mundo, y encontrarse entonces con lo mismo que los pudo haber matado.

Había algunos que decían querer volver e intentarlo nuevamente, salir de aquel estado y llegar precisamente a la encrucijada donde erraron el momento, hacer de nuevo aquel camino, y quizá sentir felicidad, pero nunca hicieron nada, por que les volvía a matar y quedaban solo en eso, imaginarios míos, compañeros de mi soledad.

El alma de los vivos es muy terca, es como algo que figura dentro y se asoma por los ojos, y ese sentimiento del alma los conduce a pensar y atrapar buenos momentos para después recordarlos, eso es ser bueno noble y verdadero, como un niño.

Pero hay seres que defienden su estado patético, se muestran ante mi con sus ojillos pálidos tristes y sin vida, andan corrompiendo todo, lanzando a los demás injurias y apestosas calumnias, hay seres que deambulan sin necesidad, solo los acosa el hambre de tenerlo todo, y me miran sin decir jamás su nombre ni su instinto, me conocen desde siempre son los muertos que a diario conviven en esta mi ciudad, la ciudad de los muertos vivientes. La ciudad de los mayores.

Vamos todos a morir me dije un día, ahora dentro de este mundo que gira locamente, moriremos al final uno a uno, poco a poco, o mejor de una sola vez, que nos maten riendo entonces, viviendo con intensidad, tratando de crecer hasta las estrellas, volando mejor, corriendo libres frente al sol, despejando aquel camino donde vienen los demás, los de atrás, y en ese intento que solo uno viva, tu o yo pero que conozca la verdad.

Pero nunca me hice caso, por que nunca pude ver que tengo dentro, ni a quien le hablo así, y el carrusel giró mas y mas, los otros niños gimotean y viene sin pedir el escape, y todo vuela lento como sin querer, sube y baja el caballito, yo los miro, me detengo junto al tiempo y no transcurro mas, hago la diversión a un lado y les observo. Son los niños de las vueltas y la diversión, yo solo soy su espectador, y siento una analogía frecuente, ellos han pagado por subir, como subir al mundo y vivir, sin saber cuando acaba todo, sin sentir a veces nada de lo que hay detrás ni frente, por que el giro borra tu niñez, y ya no ves, pero dentro aquí hay otro espacio que contemplo, y me nacen mil preguntas, y la mas violenta siempre fue, ¿por que no son como yo? O mejor ¿por qué no puedo ser como ellos?

Antes cuando contemplaba el girar del mundo, recordaba todo aquello, a los niños que han crecido y se corrompieron, pero a mi me toco otra suerte, la de no crecer ni ser grande, algo le paso al cerebro, algo que no he querido investigar, tal ves por que tengo miedo de crecer, o dejar de tener amigos, pero cuando crezca alguna vez, me he prometido muchas cosas, cosas que hacen los maduros, para entonces ya seré otro, y nos encontraremos por ahí, en algún cajón  pudriéndonos muertos sin remedio.

Y bueno como decía Águila Solitaria “Solo los pendejos mueren dos veces

Atte. S.T.

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Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Muy hermosa y bella tu prosa literaria amigo Sandro...
    Un placer pasar por tu portal...
    Saludos de amistad...
    El Hombre de la Rosa...



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