El club de los sufridores

Andrea Valentina

Soliloquio l

 Cuando trato de montar nuevos significados a los propios, que han nacido con las palabras y emplearlas a mi favor, algunas, como aceptar, me llevan indefectiblemente a vos, se acoplan a la opulencia de esta historia y no hay manera de escapar al péndulo de las razones distantes. Los pezones de la vida siempre tientan, y aunque rallo las celdas de los miedos desdibujando límites, la memoria me devuelve una y otra vez a mis ajados deseos, a esos guerreros agotados que me abandonan sin saber bien porqué.
 Asincronías dicen... horas cortadas por la madrugada, desenfoques de la vida que dejan a uno balbuceando un te amo los días impares.
 Desde esta cama, desde estos pájaros que cantan a la noche, desde mí o desde esta lluvia que no veo pero siento, cierro la mirada y acurruco toda desgana. Se me da bien caminar la noche, cerrar las manos, los párpados y las ventanas, y porqué no, también las puertas. Quizá sea necesario cruzar al monstruo íntimo del propio aquelarre, cruzar los dedos, los charcos que no lloro y a vos. Unas sábanas me contienen entre tanta enumeración y yo que no ando en pormenores, desde aquí, un alejado rinconcito del sur, me viajo a un lugar que elijo, esa idea fija de cordón y adoquín no me abandona ni en mis peores sueños... el largo aliento que vierte su tajada de luna cuarto menguante, me recuerda como a rebanadas en tu cama, ¿Me entendés?
 Solía volverme breve como una distracción circular, una loca colándome por tu espacio y vos riendo con tu objeto transicional que prometí nunca contar.
 Yo, siempre tan hueco multiplicador de sucesivas formas suspendiéndome mínima en tu hondura, en tu oscura noche y tu sombría memoria. Yo, siempre tan yo y tan vos a la vez...

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Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Muy literaria y hermosa tu preciada prosa amiga Vatinita...
    Un placer leer tus hermosas letras...
    Saludos de afecto y amistad...
    El Hombre de la Rosa



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