El libro de portada verde agua (Cuento)

Diaz Valero Alejandro José

 

En una pequeña casa había  una inmensa biblioteca y en esa biblioteca casi siempre había un pequeño  niño llamado Germán. Él siempre leía y leía los libros de la biblioteca. Los fue leyendo  uno a uno con mucho detenimiento. Allí había aprendido muchas cosas pero él sabía que aún le faltaban otras tantas por aprender. Conocer el mundo a través de la lectura era como hacer viajes fascinantes. Aprender matemáticas era otra cosa, era como adivinar acertijos y eso también lo divertía. Leer cuentos y poemas infantiles era también mágico pues lo invitaba a soñar con mundos que sólo a él le pertenecían.

 

Germán era un pequeño gran lector, los libros eran sus amigos, y ellos al parecer se sentían felices de tener amigos como él. Estar en la biblioteca era como estar en una galaxia donde los libros eran estrellas y las letras eran cometas.

 

Germán se sentaba a leer en la biblioteca con sus hermanos, con sus padres, con sus tíos y hasta con sus abuelos. Él había notado que su abuelo siempre lo distraía ofreciéndole libros para que leyera, excepto uno de portada color verde claro que casi siempre tomaba el abuelo para leer y luego lo colocaba en la parte alta de la biblioteca de manera que Germán no pudiera alcanzarlo.

 

Cada día que pasaba y cada hora que Germán estaba en la biblioteca sentía curiosidad por saber qué contenía el libro que el abuelo siempre trataba de ocultarle.

 

Un día de tantos el abuelo salió de vacaciones con la abuela y antes de irse alzó el libro de manera que Germán cuando fuera a la biblioteca a realizar sus diarias lecturas, no pudiera alcanzarlo.

 

El pequeño Germán al saber la ausencia del abuelo se dirigió a la biblioteca como de costumbre, pero esta vez a leer un libro que nunca había leído.

 

¿Qué tendrá ese libro? Se preguntaba Germán

No sé por qué el abuelo no quiere que vea ese libro

¿Será que es un libro prohibido?

O será que el libro contiene información muy profunda que quizá yo no pueda entender? Se repetía a sí mismo.

 

Todas esas preguntas rondaban la cabeza del pequeño Germán. Así que aprovechando la ausencia del abuelo decidió  matar su curiosidad, de manera que  se subió a la mesa y luego usando un libro como apoyo subió lo más alto que pudo para tomar el libro de portada verde agua, como las charcas que en invierno se estancaban en el campo.

  

Cuando hubo tomado el libro sintió como un escalofrío que le recorría todo su cuerpo, de la impresión el libro se le cayó al piso. Lo recogió con cuidado y comenzó a hojearlo con mucha curiosidad, y mientras más leía más se sorprendía.

 

Su asombro no tenía fin, leía y releía las hojas del libro y a veces reía, otras veces las lágrimas asomaban a sus ojos; así estuvo mucho tiempo mientras iba leyendo, hasta que finalmente, varios días después terminó de leerlo completamente.

 

Germán decidió esperar que su abuelo regresara de vacaciones para hablar con él acerca del libro de carátula verde agua, Le confesaría que lo había tomado sin permiso y que lo había leído.

Le diría que lloró y rio leyendo el libro y que estaba muy orgulloso de ambos. Del libro y del abuelo.

 

Cuando el abuelo llegó esa tarde Germán salió a recibirlo. Lo abrazó y besó al tiempo que le decía: Abuelo eres escritor, eres un gran escritor.

 

¿Cómo sabes eso Germán?

Abuelo leí tu libro titulado: “Si Dios no me dio hijas tal vez me dé nietas”

Oh Dios, ¿Lo has leído?

 

Sí abuelo, pude leer el libro que escribiste hace muchos años cuando fuiste joven y pude comprender todas tus inquietudes y sentimientos.

 

-          Esas cosas pasaron, pero quedaron muy atrás. le dijo el abuelo a Germán. Fue lo único que pudo pronunciar.

 

El pequeño Germán abrazando al abuelo le comentó: “abuelo estoy feliz de que hayas superado ese sentimiento, que el tiempo te enseñó a querer a tus nietos sin importar el sexo que ellos tengan, mis hermanos y yo sentimos tu inmenso amor y sabemos que lo haces de corazón. Te prometo guardar el libro de la portada verde agua, como una reliquia que habla de tus sentimientos, el cual de alguna manera puede ayudar a muchas personas que gastan sus vidas esperando hijos y nietos de un sexo determinado y terminan muchas veces frustrados. Tú has superado todo eso abuelo y por eso te has convertido en el mejor abuelo del mundo”.

 

Y el abuelo  feliz abrazó a Germán con una inmensa sonrisa, él también había comprobado que tenía el mejor nieto del mundo.

 

FIN

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela

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  • Autor: Diaz Valero Alejandro José (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de agosto de 2014 a las 11:55
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 18
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Comentarios4

  • Beatriz Blanca

    Es muy tierno el cuento, que por cierto no importa el sexo del niño siempre que sea de corazón sincero para poderlo amar intensamente como saben hacer los abuelos.
    Un abrazo y hasta mañana. Bea.

  • Yasser Berney Flórez Caraballo

    Elegante prosa has compartido, querido colega. Placer leerte siempre.
    Abrazos y bendiciones.

  • la negra rodriguez

    Enternecedpra historia Ale me enxcantó,
    besos.

  • Graciano Chacon

    Sensacional historia, tierna y reflexiva, saludos



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