Crisis Moral

Tizzia Holwin

 CRISIS MORAL

La falta de compasión y la violencia en nuestros países, no son la enfermedad, son los síntomas; la verdadera enfermedad es el desamor, la falta de compromiso, la no compasión. Y a no ser que de una vez por todas afrontemos la situación, no haremos más que aplicar un parche, un curita, una bandita, sobre un tumor maligno (cancerígeno) de rápida metástasis (propagación).

El desamor, no es más que una actitud insana que comienza a reproducirse a través de los encargados de educar (con el ejemplo), porque más allá de repetirlo un millón de veces, la educación y los valores no se heredan de palabra, son las acciones las que muestran y las que hablan realmente por nosotros (los que estamos a cargo de educar).

Comprendo que mi visión resulte para algunos hasta desagradable, pero cierta estoy, que si no tomamos medidas urgentes, si no tomamos conciencia de lo que estamos mostrando a las nóveles generaciones que nos preceden, la alternativa que nos aguarda como sociedad será aún más precaria de lo que ya es en este momento. La visión del futuro es evidente y más que drástica, incluso me atrevería a llamarla demencial.

Estamos ante una realidad paralela a la un médico ante un miembro gangrenado, amputar sin vacilar, con la esperanza de salvar a su paciente, aunque parezca el último recurso, es un mal menor, superpuesto a un bien mayor. Y habremos de tomar esa medida con o sin consentimiento y cooperación de nuestros congéneres gobernantes, que han demostrado el soslayo y el desprecio, la incapacidad de contener esa infección, esa gangrena que nos aqueja inexorablemente desde hace ya décadas y queda en nuestras manos, decidir amputar el miembro para salvar la vida.

La terrible falta de valores primordiales como el respeto a la vida, es la más horrenda de las realidades, una desgracia que se ha cernido sobre nosotros, sobre nuestra sociedad, ya no como una profecía, sino como una miserable realidad en nuestro día a día, en nuestra cotidianeidad y por incríble que parezca, es incapaz de cimbrar conciencias.

Sin control se propaga la violencia en todas sus vertientes y nuestra sociedad pareciera no contar con parámetros antiguos que nos orienten para contenerla y se comporta con la mayor de las vilezas, la de una plaga, como el gen de un cáncer que se hereda de generación en generación, ya basta hermanos míos de aquello de “el que no tranza, no avanza” de que “solo sobrevive aquél que es más fuerte”, porque se nos ha escapado de las manos y sigue en permanente aumento, devorando los valores que en antaño fueran nutrientes de nuestro lago, y la violencia se reproduce una y otra vez como las algas, hasta que la luz del sol (aquellos valores) es incapaz de penetrar para seguir enriqueciendo el lago de nutrientes y finalmente la colonia de algas (la sociedad) muere.

Todas aquellas virtudes, en este hoy, en este ahora van quedando reducidas a nada y es entonces que se yergue ante nosotros el monstruo incapaz de compasión que nos habita el interior y que evita que luchemos a muerte por erradicar la violencia que tan duramente nos aqueja en nuestros pequeños universos (hogar, familia, escuelas, sociedades, comunidades,  países, continentes…  nuestro mundo).

Nos ha alcanzado el futuro de un pasado que nos aguardara, hoy es la realidad más amenazante y se encuentra en total evidencia ante todos nosotros, ya estamos al borde, a punto de caer más rápido y más profundo de lo que nuestros antecesores lo hubieran imaginado.

La falta de compasión, de compromiso con nuestros pares, la creciente violencia y la indiferencia que dolorosamente aqueja nuestros pequeños universos, pareciera ser tan poderosa, tan superior, a la minoría de las conciencias despiertas para producir un cambio, la subsistencia, la muerte de los valores en nuestra juventud y aún más grave en nuestra niñez debiera de alguna forma alertar y provocar las conciencias que permanecen dormidas, ante la inminencia de la amputación de la que ya hemos hablado.

Los vicios de nuestra sociedad son los precursores de este gran ejército de destrucción, de esta polución activa que nos lacera continuamente y que a menudo termina el atroz trabajo que hemos iniciado nosotros mismos desde hace tantos años. Y que nos conduce sin remedio al exterminio, en el que son eliminados miles y miles que son considerados débiles y asustadizos.

Pero un verdadero golpe de conciencia, un comprometido despertar de ellas, nos arroja un pequeño haz de luz dentro de esta lúgubre caverna que nos aprisiona (la violencia), ese miedo de que seamos los siguientes en la interminable lista de víctimas y desaparecidos.

No hacer, es sin duda dar la bienvenida a este infierno desatado, a esta asfixiante y estéril sociedad cada vez más violenta, así pues, como el médico, hemos de tomar la drástica decisión y nos conminaremos a salvar el bien mayor (por nosotros y aquellos que amamos) la salvación de nuestra sociedad tiene un precio y ha llegado el momento de pagarlo, el momento de comprender que su salvación (nuestra) solo la alcanzaremos a base de sacrificio, de compromiso, de reeducar con verdaderos ejemplos y no con palabrería, para permitir a ese haz de luz nutrir nuestros lagos y emerger así como una verdadera sociedad comprometida, como una sociedad post violencia, aunque la amputación sea la única posibilidad de salvarnos.

Es imperativo hacer algo, si no hacemos nosotros entonces ¿Quién?, si no lo hacemos ahora entonces ¿Cuándo?, no olvidemos que no existe nada más creativo y destructivo que la violencia sin un propósito. Recordemos lo que siglos antes fue dicho y escrito por Dante Alighieri en su más grande obra “Los lugares más obscuros del infierno, están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral”

Somos algas de un lago y la conciencia de los valores morales más elementales son nuestros nutrientes, y la violencia nuestra reproducción sin control que nos condena a extinguirnos.

¿Abrazaremos entonces, este funesto destino que nos hemos labrado a lo largo de los años, de verdad no haremos nada en esta época de crisis moral?

Amado lector, que no te parezca exagerado, que no te parezca imposible esta visión, puedes negarte a lo que consideras impensable, pero la negación de poco o nada servirá, es solo un mecanismo de defensa para negar una realidad que tu y yo, todos nosotros padecemos, una realidad tan evidente que ya no puedes cerrar los ojos diciendo “Si lo niego, no existe, si no lo acepto, lo condeno a no ser verdad” esas frases, ya no son una opción.

La violencia existente nos obliga a despertar con terror día a día con la certeza de que cualquiera de sus modalidades nos alcance, ya no es válido pensar que mientras no nos suceda a nosotros o a cualquiera de los que amamos no existe y actuar con la mayor de las indiferencias al respecto, porque ese mecanismo de defensa, esa negación, no hace sino pulular esa podredumbre, aumentar nuestros miedos, imposibilitarnos en la no acción, acobardarnos para hacer lo correcto y crearnos la falsa ilusión de una falsa sobrevivencia enfocando nuestra atención a tareas tan simples (llegar al trabajo a tiempo, evitar discusiones, beber una copa con los amigos y un sinfín de trivialidades) que son nuestra cotidianeidad y que purgan nuestro cerebro y nuestra conciencia, nuestro instinto de conservación, atiborrándonos de deportes, de videos graciosos, de chismes de celebridades o el grito de la última moda, para hacernos creer por momentos, que somos inmunes de los peligros que la no compasión y la violencia pudieran provocar en nuestros pequeños universos.

No, no basta esconder la cabeza en la arena, no basta con ignorar las señales de alerta, hacerlo; no significa que no serás alcanzado. Es una verdad inminente y dolorosa, en grado extremo de aceptar, es cierto, pero tan real como que al terminar la noche, el sol en el horizonte al cielo se izará.

Los niveles de violencia, contrario a lo difundido en los medios de comunicación masiva son exponenciales y nos conducen a un solo camino; la autodestrucción de una sociedad como la hemos conocido hasta hoy, y el final de la profecía, solo puede cambiarse, si nos comprometemos no solo con quienes amamos, si el compromiso lo hacemos con todos de una forma global y certera, si apelamos a nuestra compasión y a nuestra valentía para alzar la voz, de otro modo, nos estamos condenando a caer por el acantilado.

Esta sociedad enferma a la que pertenecemos, gusta de señalar lo paradójico y poco eficiente del combate a la violencia con más violencia, la tecnología y estado de fuerza empleados por los gobierno en este combate nos son tan indiferentes.

El arriesgar las vidas (y en muchas ocasiones perderlas) de miles y miles de activos en los diversos cuerpos policiacos y militares nos son tan ajenos, ¿Por qué no nos duelen todos esos padres, esposos, hijos que pierden su vida todos los días, para que tu y yo gocemos de libertad?, ¿Qué nos pasó? ¿En qué momento decidimos dejar de sentir? ¿En que momento dejaron de importarnos los huerfanos, las viudas? Esa actitud, es solo acrecentar la violencia,  y en nada disminuye la realidad de nuestro entorno, ¿Para qué criticar si no somos capaces de hacer nada? ¿Para que abrazar la ilusión, de que la situación tarde o temprano será resuelta por arte magia, por un alguien más que no seamos nosotros o alguien de los nuestros, como obteniendo un deseo del genio de la botella que habita en la imaginación del colectivo?.

Y mientras nuestro cerebro diga “solo necesito que mis amados y yo mismo continuemos a salvo, lo demás no me concierne”, y no escuchemos ese urgir de nuestras conciencias a despertar, será para siempre como aquella batalla mitológica entre Apolo y Dionisio, el eterno dilema entre la mente y el corazón que no siempre (o casi nunca) quieren lo mismo.

Apelemos a la madurez emocional, no la mantengamos más en secreto, no perdamos más tiempo en que no seremos alcanzados por la violencia, no continuemos enseñando y aprendiendo que la no acción es lo correcto, no sigamos acostumbrándonos a convivir con ella.

¡Somos un todo!

Y lo que afecta al otro, tarde o temprano tendrá consecuencias en nosotros mismos.

Todos conocemos a alguien que es discípulo de la violencia, devoto seguidor del actúar al margen de la ley y que está de acuerdo con el sacrificio selectivo para beneficiarse económica o políticamente.

¡Despertemos!

“No son un mal necesario”, no son correctas sus acciones, no es justo este nivel de violencia, para ti, para mí, para nadie.

Porque ellos tienen la certeza que de un modo u otro, serán alcanzados por ese terror que siembran y aceptan su muerte como una realidad evidente que tarde o temprano los habrá de alcanzar a manos de sus rivales.

¿No deberíamos entonces, nosotros la sociedad de estar unidos en un mismo frente, en el de la No más violencia?

 

Yo creo que si.


©Tizzia Holwin 
#SafeCreative
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México

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  • Autor: Tizzia (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 1 de junio de 2014 a las 17:39
  • Categoría: Sociopolítico
  • Lecturas: 38
  • Usuarios favoritos de este poema: matteo, alex grimanieli, , kavanarudén.
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Comentarios2

  • andres fernandez ruiz

    Nuestros gobernantes cuelgan el cartel de " no sentimos".
    Pero el poder para cambiar las cosas está en cada uno de nosotros, lo malo es cuándo nos combertimos en rebaño guiados por el pastor.
    El amor es un vuelo de mariposa en peligro de extinción por culpa de un consumismo con tentaculos de aparentar.
    Saludos.

    • Tizzia Holwin

      Que verdad más dura, pero tan cierta Andrés
      "El Amor es un vuelo de mariposa en peligro de extinción"

      Saludos y gracias por detenerte un minuto en mis letras.

      Un abrazo

    • alex grimanieli

      "¡Uau!".



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