La santa de los desesperados

srakkin



 Me recuerdo cada vez después de hacer el amor pensando, postrada, dando la espalda a mi acompañante para solo ver el vacío, el desierto del cuarto e incluso del quinto, para solucionar mi vida con fantasías y preguntar por algo del pasado como -¿Te acuerdas que una vez estuvimos en el café literario y había un escritor que decía que la poesía era su amante?- Cosas como esas, simples, ideas vagas para seguir escuchando la melancolía de Johnny Cash, sí, en ese momento el espacio vacío de la quinta tocaba en piano Hurt y es fuerte, fuerte para el corazón, fuerte para los músculos e incluso para los que los ejercitan a tal punto de hacer cosas increíbles. Me volteé en 360° para quedar en la misma posición, solo por el gusto a los detalles, ver la cara de sorpresa  de el inquilino de mi corazón por mi rostro, ese que sabe como mentirle, la verdad si abuso de él, pero al estar solo en este mundo no puedo hacer uso de todos mis derecho de dueña de sueños. Estos inquilinos se quedaran para siempre y yo para ellos eterna, es simple, si les doy un lugar para dormir, a veces las sobras de mis almuerzos, es que la humanidad es como meter la mano en los sacos de legumbres secas... Les das la esperanza de sacarlos de la fosa común, pero en realidad lo haces por el cosquilleo, el placer de sentir una catástrofe en la palma de la mano, dar una sonrisa de esperanza no es ser cruel, es más creo que puede llegar a ser bondad o un acto en pro de la sociedad, pero jugar no es tan bueno, por eso tienes que tomarte el tiempo de ver a cada grano de legumbre, verlos pestañar, escucharlos presentarse con nombre y apellido -Me tomo mi tiempo, es que a quien no le gusta tener sexo-.

 Hacer el amor es más simple y complejo que tener sexo, porque no necesitas ser un as en la cama, pero no te puedes enamorar de cualquiera, el amor es como afilar una navaja con algodón, siempre será un arma peligrosa a pesar de como la afiles, pero el algodón te dará más tiempo, no llegara y te hará un corte fino en el cuello, tendrá que penetrarte, brusco, en el corazón para matarte. Los inquilinos, todos, son mis amores, no porque los ame directamente a ellos, es por amor a la caridad y al cielo, el paraíso, ellos no piensan y yo hago que ellos no lo necesiten, pero si lo hicieran quedaría sola,  es justo que muera abandonada y sin calor, pero eso no me asusta porque al final todos quedaremos mirando el vacío al morir -Dignos de una relación, dignos del amor y la perdida, dignos para el paraíso, justo para Dios- es que con el tiempo aprendes a morir a diario.

  • Autor: srakkin (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de abril de 2014 a las 23:58
  • Comentario del autor sobre el poema: Es algo distinto a lo que acostumbro, pero me agrado.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 43
  • Usuario favorito de este poema: estefania22.
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