Hecatombe

Carlos Fernando


AVISO DE AUSENCIA DE Carlos Fernando
Aviso que he vuelto después de muchos años ausente.

En las calles desoladas,

levanto piedras,

levanto hambre,

levanto muerte,

que a horcajadas viene

montando el gualdo corcel

que describió el profeta,

con la mirada hueca

de sus cuencos.

 

Bajo el polvo entre varillas

y alambrón,

manos y brazos

salen inertes,

contundidos,

deformes, machacados.

Aullidos y llanto

Desgarrador anuncio

del dolor, de incertidumbre.

Humo, fuego, olores

putrefactos se levantan

por  los aires, anunciando

el arribo de las plagas,

enfermedad y fiebre,

por las cuales las vidas

languidecen,

y se apagan finalmente,

con los ojos fijos, y los labios

amoratados y resecos,

en la final expiración

con la que entrega

el espíritu a su Autor.

 

Acá se desgarran las ropas

o se apuñala el vientre

por un bocado

de pan o un sorbo de agua,

que las fieras no comparten

con los chacales la presa caliente,

solo las sobras.

Los que se sienten alfa en la manada

tratarán de hurtar aun

lo que se regala en abundancia

y tras el humo se percibe

el caballo escarlata de la guerra.

 

A lo lejos se escucha un pregón

de uno que viene montando

un potro zaino: 

"Dos libras de trigo

y seis libras de cebada

por el salario de un día…"

Solo el blanco caballo del espurio

está ausente de este cuadro.

 

Mujeres,

llorad por vuestros hijos,

por los que yertos

la urgente caridad les ha provisto

de un albo sudario para cubrir

sus carnes muertas.

Llorad, oh insensibles avaros

por cuya codicia los esqueletos

de los más miserables

se cubren de ébano,

y huesos raquíticos

sostienen vacilantes

los cuerpos de los muertos

vivientes que tan solo

aguardan a estar bien muertos

al fin y descansar en el polvo

ardiente de las selvas.

 

Necios llorad, porque tan grande

es vuestra ceguera que no advertís

el fin que hay en esta contienda.

 

Piadosos, llorad, porque vuestra

sordera no os permite escuchar

sino el estruendo de los muros

crujientes cayendo al ras del suelo,

y no podéis escuchar la voz

de Aquel que os llama.

 

Soberbios llorad, porque tenéis

esclerosado a tal punto el corazón

que no podéis volveros niños.

 

Llorad Mundo, llorad, porque

aun en medio del dolor

de esta gente, no dudo que alguno

habrá de llenar sus alacenas

con lo que de misericordia muchos

han venido a dar.

 

Llorad insensatos, quizá Dios quiera

tener misericordia de vosotros… todos,

y poniendo colirio en vuestros ojos, veáis.

Que Dios, así lo quiera.

 

 

  • Autor: Carlos Cabonaro (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 19 de enero de 2010 a las 10:19
  • Comentario del autor sobre el poema: Haití, una señal de alerta para quien crea, para quien no cree, es tan solo un incidente más. Duele mirar el sufrimiento de quienes toda su vida han sido esclavos primeramente, esclavos espirituales, luego esclavos de los hombres, y de sí mismos.
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 216
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Comentarios2

  • PoemasDeLaSu

    Te diré que lo que creo es que esta es una poesía desgarradora, y talentosa.
    Besos Poetazo

  • Evelio Pereira Salgado

    Es una y muy buena crítica a lo injusto.
    Muy social, muy humano, ejemplar.

    [email protected]



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