Herejía

Estela Kobs

HEREJÍA

 

I

—Para que te inspires en un blasfemo— dijo

 a la vez que mordía mis extremos

 y el vientre

 donde nunca estuvieron sus hijos.

 Extirpé el alma de mi cuerpo,

 se lo ofrendé como al dios verdadero,

 adoré su aura oscura

 y celebré el evangelio con ritos clandestinos.

 Recité su nombre en lenguas,

 sin el don que dice la biblia,

 rimé sus entrañas con mi entelequia,

 mis coplas bautizaron como el día del maligno

 el domingo que nos conocimos.

 

—Santificados sean tus versos— dijo,

 y juntos hicimos la poesía,

 los conjuros y los hechizos

 que, según la bula de Lucio, es herejía.

 Eso es todo, su señoría,

 no hallarán testigos,

 más sí, la certeza

 de la culpa confesa

 de un blasfemo por causa mía.

 Sin ruego de inocencia,

 nos entrego a su santa inquisición

 pidiendo, sin contemplaciones,

 doble castigo,

 ni perdones ni complacencias,

 no nos ahorre la mazmorra,

 las ratas y las culebras,

 y deje, deje el pan duro y el agua de piedra

 para los que claman indulgencias.

 

II

 

—Limpieza del alma—, ordena el Tribunal de oficio,

 y, en lugar de ofrecernos buen vino,

 un soldado embebe el hueco de mi espíritu

 con cloro hervido,

 adobando con sal la herida

 que un hierro vivo dejó, en él, sin orificio.

 

 Ni una palabra más, su señoría, ni un suspiro,

 instruya el sumario, disponga el castigo,

 y ya que morir será la pena por incubar demonios

 y donar sortilegios a los súcubos,

 exigimos la elegancia por requisito.

 ¿Será la pera, será la horquilla?,

 quizá la sierra, la cigüeña o el péndulo,

 que por barato y sencillo

 no es el más digno.

 

III

 

 El sarcófago de la dama ruda;

 la dama de hierro, la cuna de judas,

 el potro, el empalamiento,

 desfilan ante nosotros

 una gama de instrumentos,

 que lastiman el cuerpo,

 y liberan a las ánimas de su prisión.

 — Esto parece un premio—, murmura mi dueño,

 ante la mirada aleatoria de un selecto público.

—El Cepo, —sentencia el inquisidor—.

 Serán expuestos en la plaza mayor,

 previo sacramento,

 sin beneficio de traje,

 y con posibilidad de ser quemados en la hoguera,

 si no mueren antes del día del señor.

 

IV

 

 ¡Apelo!

 Repudiamos sus sacramentos,

 queme nuestros cuerpos,

 más, no contemple el castigo del perdón,

 apelo, su señoría,

 renuncio por ambos a la extremaunción.

 

  • Autor: Estela Kobs (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de marzo de 2014 a las 15:16
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 222
  • Usuario favorito de este poema: jorgeluisotero.
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Comentarios1

  • Poemas de Camilo

    DÉCIMA

    Alienígena invectiva oscura,
    dolamas en mi tan inclementes
    que en nada veo los referentes,
    metátesis de herejía impura
    para mi provecta edad madura.
    Inspires en blasfema el consuelo
    mordía mis extremos, anhelo
    vientre en que sus hijos no estuvieron,
    extirpados de mi cuerpo fueron…
    Jerigonza que me da tu cielo.

    Poemas de Camilo*



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