ESCUCHA A ESTE CADÁVER

almunecar y su gente

 

Me impresionó atravesar el cristal, fue extraño, como si mi cuerpo se ablandara en la inmersión y se tornara en líquido, ella me miraba fijamente, eso creía yo porque cuando salí de su punto de visión seguía justo en  ese mismo punto con los ojos vidriosos y una lágrima perlada a punto de resbalar de su mejilla.
Miré donde ponía ella su insistencia y entonces lo supe, allí yacía mi cuerpo, me preparé para el estremecimiento pero no vino y como no llegaba ni pena ni terror dirigí mi vista hacia la sala, están todos como en una boda, me alegré mucho, y a pasos largos me dirigí hacia mis hijos. Mi hijo mayor pasaba su brazo derecho sobre el cuerpo encorvado de mi pequeño, parecía más pequeño que nunca, pero no me estremecí tampoco, me acerqué, quise cogerles las manos, pero no podían mis manos atrapar las suyas, al tercer intento, noté como el chico se las frotaba insistentemente, tenía frio, dejé de insistir, quería abrazarles para amortiguar su pena, aunque sabía por propia experiencia que se les pasaría y quedaría el recuerdo para trasmitir, pensé todas esas cosas  pero no me estremecí, seguí la fila de sillas, vecinos, amigos, unos más y otros menos, a algunos no los conocía, hablaban de lo triste de la vida, que no somos ná, recordé de pronto esas frases que típicamente se dien en los sepelios, frases hechas que en algunos momentos nos sacan de apuros.
Con la mirada divisé a mi tita Marifé, (mi madre segunda), tenía el rostro sereno, mirada al frente, de esas miradas que te dicen que ya no hay dolor, porque ya no queda, todo se fue ya en esta vida, las pérdidas han sido una y otra vez, ella misma espera su desenlace ya son muchos años y ha visto muchas veces dónde termina el camino, de vez en cuando le da unas palmaditas de alivio a mi tito Juan, que está nervioso frotándose las manos y echando los ojos a un lado y a otro como si tuviera miedo  de encontrarse algo tremendo en un ir y venir de su mirada, Se le nota que quiere irse ya, no puede estar tanto tiempo fuera de su seguridad y la monotonía que le ayuda a conservar el equilibrio, ahuyentando a la muerte.
Vi entonces a mi ex, hablaba con el empleado de enterramientos, quería saber como arreglar el tema de la viudedad, por un momento pensé que se había muerto Antonio, su actual pareja, pero no me sobresalté, solo fue un pensamiento fugaz, fugaz porque enseguida comprendí que el muerto era yo y no me dolió el corazón como tantas veces ni se me cerró la garganta como tantas otras, ningún estremecimiento.... y sonreí para mis adentros, ya era hora, toda una vida de estremecimientos de contenciones y ahora nada de nada, la miré a los ojos, ningún signo de tristeza en sus ojos, ninguna pérdida a la vista, respiré, inspiré, con fuerza para notar el pinchazo en mi corazón pero no lo hallé. 
Después de lo visto volví al punto de partida, allí seguía ella con sus ojos fijos en la ventana que separaba mi cuerpo de su humanidad, seguía la lágrima en equilibrio sin rodar hacia ningún destino (o quizá era otra), me acerqué y le cogí las manos, ella reaccionó apartándolas, de pronto cambio la dirección de su mirada y bajo los ojos hacia mi, como buscando los míos y volvió a colocar las manos donde las tenía con sus dedos alargados como pequeñas antenas que buscan una emisora en concreto, pensé entonces en mi viuda, treinta años de enamoramiento, todo el tiempo amando al desamor, queriendo lo negado buscando lo que ya tenía. Tenía muchísimo más de lo que había andado buscando  Volví a acercar las manos, ella sonrió y cayó esa lágrima que parecía perenne, otra rápidamente ocupó su lugar, acerqué mi rostro al suyo para besarla, se le congeló esa lágrima y cayó en su regazo como una perla de cristal, ella seguía sonriendo entre sollozos, todos la miraban, pero ella no veía a nadie más que a mí.
Algo más fuerte que la vida me conmovió y sentí de pronto  un estremecimiento, mi ser se alejaba, marchaba hacia atrás y traspasó el cristal de vuelta al envoltorio y llegado a ese punto me encontré en mi cadáver,.... " quién coño me había cerrado los ojos " . Sólo quería verla por última vez y decirle adiós, entonces oí su voz herida que me dijo:.......................................
Cielos que estúpidos somos los muertos, solo pude recordar sus manos y su voz
LUCHA POR MÍ, LUCHA POR MI.
Y aquí me hallo, luchando.

ALMUÑÉCAR Y SU GENTE. 

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Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Muy grata la lectura de tus geniales letras en prosa literaria estimado compañero y poeta amigo Almuñecar y su Gente
    Saludos de afecto de Críspulo

    • almunecar y su gente

      Gracias a ti amigo Crispulo, por regalarme un poco de tu tiempo.



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