Había una vez un niño percudido y mugriento

El señor de los silencios



Había una vez, un pequeño percudido y mugriento niño, frágil, nacido de la nada, sin pasado, porque en su mente no había nombres, ni de padre ni de madre, viviendo un presente fagocitante y atroz. Jamás pudo escuchar hablar del futuro, porque su tiempo de vida en este mundo, solo dio para un frugal sueño , donde sus menudas y cascadas manos le recordaban que no era necesario, ser lavadas para comer de aquella sucia y rota bolsa de basura, nunca pudo leer y menos escribir. Solo poseía un corto léxico donde las palabras más importantes como esperanza, amor y contención no estaban.
Solo fue parte de una vida de despojos con sangre y un corazón latiendo a medias por la desnutrición.
Una extraña mañana, de un extraño sol, salto el muro de latas , ratas y moscas. Así fue que sus heridos y sangrantes pies pisaron el grácil, verde y suave pasto de un bello jardín, regado con la dulce e incolora agua potable que él jamás bebió.
Babilónico portal aquel, donde todo lo que tocaba, tenia color olor y exquisito sabor propio,
La fina rejilla de sus terrosos ojillos, cobraron brillo angelical, al verse reflejado en el portento de aquellos diáfanos ventanales; vio que la dorada y celestial puerta estaba abierta, su escuálida figura se reflejo como en un espejo, sobre el brillante piso hecho de las más bellas maderas del mundo; camino por el cómo si lo hiciera sobre el más fino papel de arroz, subió por las doradas escaleras convencido de estar en la puerta del paraíso. 
El gigantesco cuarto de blanco inmaculado, con su lecho de seda celestial, invadió todo su ser, en el suavemente se tendió y en un profundo sueño sumido quedo, lejos del temor y del asedio de su mundo de dolor, y ya envuelto en una quimérica utopía de ropita limpia, de besos de madre y dulces postres soñó, todo parecía ser eterno, cuando un agudo grito de mujer lo voló de su grandioso sueño.
Ladrón…ladrón, pequeño ladrón , dos retumbantes estallidos parecieron precipitarse desde el mismo cielo, la pequeña rejilla de sus terrosos ojillos apenas pudieron abrirse y ver la sombra de un enorme ser , Solo alcanzo a preguntarse… ¿Será mi Dios? Y muerto quedó.
Diablos, comento una socarrona vecina, lo que le paso al pobre ingeniero, tan buen vecino que es, su esposa sorprendió a un ladronzuelo en su cuarto, a Dios gracias que el justo llego a tiempo, y pudo defenderla, no le quedo otra que darle su merecido y pegarle dos tiros, ¿Qué le hubiera pasado a esa pobre mujer, de no llegar el a tiempo, por el martirio que hubiera pasado . 
Ya no hay edad para estos hechos tan atroces, los jóvenes de hoy no tienen límites.
Me dijeron que era de corta edad, En fin, ya ni en estos cuidados country se puede decir que se está seguro. Lo que más me preocupa, es por los molestos e interminables trámites que tendrá que pasar este pobre ciudadano, tan solo por defender lo que tanto le ha costado conseguir.

Cuando el poder arrolla por medio de sus notables falacias, trocando la realidad, de forma voluble y absurda, se puede ver con claridad, a quien pertenece el sagrado derecho de la vida. 
Y además haciendo gala de su desmedida ambición y falta de conciencia, llora públicamente la flagrante mentira de un populismo victimario. 

¡¡Oh Dios te pido perdón. 


M.T

  • Autor: Misteris tyla (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de marzo de 2014 a las 01:41
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 146
  • Usuarios favoritos de este poema: jairodelacroix, mariarl.
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Comentarios1

  • mariarl

    muy triste y atroz poema



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