El señor de la chaqueta marrón (Cuento)

Diaz Valero Alejandro José

En una gran ciudad había una plaza, donde siempre había muchas palomas.

 

Casi todas las palomas eran blancas, aunque algunas eran grises o marrones.

 

A esa plaza iba todas las tardes un señor a llevar comida a las palomas; era un señor que pasaba la tarde entera entretenido con las palomas, a las cuales trataba con mucho cariño mientras le daba comida. Nadie sabía el nombre del señor, pues todos le decían: El señor de la chaqueta marrón.

 

En realidad no era solamente marrón su chaqueta, pues su pantalón, sus zapatos, y hasta una gorra que usaba, era del mismo color, tanto así que parecía un chocolate andante.

 

Cada tarde cuando terminaba de dar comida a las palomas se retiraba tranquilamente en dirección  a su casa.

 

Cuentan que una tarde cuando el señor de la chaqueta marrón iba rumbo a su casa, una de las tantas palomas de la plaza decidió seguirlo; seguramente para ver donde vivía y poder así buscar la comida cuando el señor de  la chaqueta marrón no pudiera ir a la plaza.

 

Como era de esperarse, un día el señor de la chaqueta marrón cayó enfermo y no pudo llevar comida a sus amigas voladoras en la plaza, y ellas, guiadas por aquella paloma que sabía la dirección de donde él vivía, llegaron hasta su casa e hicieron en ella un inmenso palomar.

 

Desde ese día el señor de la chaqueta marrón no pudo volver a la plaza; seguía enfermo y eso le impedía caminar, por tal razón solo se asomaba a la ventana de su casa y desde allí arrojaba comida a las palomas que decidieron acompañarlo hasta sus últimos días.

 

Aún a lo lejos se ven las palomas, aunque ya no se ve el señor de la chaqueta marrón, ellas siguen allí volando y volando en aquel inmenso palomar.

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Derechos Registrados

Bajo el Nro. 55620214

Maracaibo Venezuela


 

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Comentarios2

  • Beatriz Blanca

    Me agradan las palomas, en mí ciudad hay muchas, pero no se las quiere.¡Què pena!

  • Carlos Manuel Larrea

    "...una de las tantas palomas de la plaza decidió seguirlo..."

    Hay magia, ternura y misterio en este relato. Me gusta mucho.

    Saludos desde Alemania.

    Carlos



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