Las bodas del Cordero

Ya llega la iglesia vestida de novia,
Jesús,  el esposo,  de la mano le trae,
al entrar por las puertas de perlas esculpidas,
se escuchan canciones y gozó sin par.
La novia feliz luciendo pureza,
el esposo radiante de amor y bondad,
le pone a su amada diadema brillante,
cual destello un mortal jamás contempló.
Todo es alegría en este festejo,
el novio satisfecho le muestra el lugar,
le dice a su esposa con una sonrisa,
fue lo que para ti vine a preparar.
Yo se,  mi amada,  que mucho has sufrido,
esperando que al fin te fuera a buscar,
más ya estas conmigo, no temas, no llores,
jamás por los siglos nos podrán separar.
La novia sonriente contempla a Jesús,
mi esposo...,  le dice con cálida voz,
confíe en tu promesa, fiel te espere,
valieron la pena  las lágrimas muchas

que por ti mi amado allí derrame.
El novio la abraza en minutos eternos,
le dice muy firme y tierno a la vez,
mi dulce princesa olvida el pasado,
disfruta el hogar que hoy te entregue.
Así, la multitud de los invitados,
al salón enorme se acercan esta vez,
y quedan perplejos al ver el banquete,
que el novio a provisto para su placer.
Una mesa enorme con platos de oro,
manteles tan blancos y fruto de vid,
de una cosecha tan buena es el vino,
que su olor perfuma a todo el jardín.
Hay ángeles bellos dispuestos a servir
a la muchedumbre que hoy llega aquí,
no hay premura alguna por tener un puesto,
cada nombre escrito en su silla esta .
Todo es alegría en esta boda hermosa,
que decir se puede de esta santa unión,
el novio es radiante la novia es preciosa,
y todo este festín es en su honor.
Por fin, ya todos a la mesa, el novio solemne
levanta la voz, a brindar invita,
y son sus palabras como una canción.
Se hace un silencio, aun el coro calla,
sean bienvenidos, dice el anfitrión,
a esta la Gran Boda del cordero eterno,

el hijo de Dios,

se acabo la pena, se termino el llanto,

gocen de la gloria que les da el Señor.