Dulces años

Richard Polio

Dulces años

 

Juventud de días pasados, florecer de encantos,

sueños imborrables, deseos prohibidos, pero no

imposibles, un dormir, un despertar, correr y

subir a la sima de aquella colina, entraña de

nuestra colorida vecindad, bendita loma,

posarme en su noble césped, en medio de sus

árboles, maleza saturada de cuentos, memorias

de risas y mariposas, lágrimas derramadas, besos

y más de alguna mejilla sonrojada…

Los recuerdos me hacen sonreír, mi vista se

pierde en la lejanía de los tiempos y como si en

una manta ligera, casi transparente

se proyectarán borrosos al principio, luego con

claridad se vuelven como ecos reales del ir y del

venir, sigilosos, descansando, a veces gritando…

 

Ese día me encontraba en aquella peña,

en la cima de aquella loma disfrutando de la

brisa dulce refrescante de aquella tarde asoleada

de un azul celeste cielo mar, tan increíble…

Vestía de jersey roja, pegada a mi piel, una jacket

de piel café, de blue Jeans campana y botones

traslapados, calzaba unos botines de piel al estilo

George Harrison, bien lustrosos, mi cabello largo,

con mis libros, cuadernos de estudio aun a mi

costado.

 

Me entretenía usando la imaginería,

esperando sentado sobre aquella alfombra de

hierba verde dorada, aguardando por aquella

niña de dulce sonrisa, angelical bella, deseable,

yo sabía que ella vendría, meditaba en lo que

hablaríamos, había un ligero temblor en mí,

estaba nervioso, quizás porque esta sería la

primera vez que estaríamos a solas,

sin amigos atajando aquellas nuestras miradas,

repasaba aquellos versos encantados de Rubén

Darío, versos llenos de romance, Neruda,

Espino…  ¡Me repetía diciendo animo! ya vendrá…

 

Recordaba sus labios tenues, color

rosa y a veces carmesí, manos tan sutiles, suaves

como seda, su voz un canto de cadencias

melódicas, tiernas a mis oídos que despertaban

mis sentidos, su cabello de un color negro rojizo

brillante, golpeaba sus hombros en el ondular de

su caminar, al mover de sus caderas mi vista

volaba, ella me observaba de reojo, mi rostro

enrojecía, disimulaba tratando de cubrirme...

Ella sonreía, le consideraba comparándole a una

gacela o a un cisne diáfano.

 

Esa tarde era una ocasión especial, ella asistiría

a sus clases de ballet, yo le acompañaría, iríamos

caminando, tomados de la mano, rozaría su

rostro, su mejilla, le daría un beso, me daría una

mirada de miel pegajosa, le robaría otro, antes de

llegar, tomaríamos un refresco, conversaríamos

de esa mirada, de sus ojos grises, y desfallecería

al mencionar su sonrisa,

le diría, deja, ya no abraces la pilastra, como lo

acía por costumbre cuando conversábamos,

tomados de las manos correríamos por la plaza,

luego le diría niña traviesa.

 

Tarde de ensueños, de alegrías muchas,

corazones henchidos de amor, sentimientos

vírgenes, sigilosos, que nos empujaban en

abrazos sumisos a sentimientos en fuegos de

pasión encendidos... Mas yo aun en aquella roca,

en la sima de esta bendita loma, espero por ella,

sé que ha de venir…

 

Un viento fuerte del este anuncia lluvia, las nubes 

se arremolinan, el sol se oculta, las nubes cubren

los cielos, los rayos del sol se anublan, ya decaen,

el aroma fresco con el viento se entre mezclan...

Olor a flores silvestres, aroma acentuado a hierba

y tierra húmeda se levanta, llenando el ambiente,

me envuelven.

 

Mi corazón tiembla, ella aun no viene, mi alma

suspira, bajare la loma, he iré hasta acercarme a

 su puerta, ya en camino me aventuro a correr,

las gotas de lluvia gruesas y pesadas se estrellan

sobre mi pecho, sobre mi rostro, acercándome

veo su puerta abrirse, ya le veo salir...

Del brazo de su padre, el la cubre y abordan el

auto, ya le veo marcharse, mi corazón parece

detenerse, yo grito al cielo, dando un alarido

mudo, empapado cubriendo mis libros corro

bajo la lluvia, diciéndome… otro día será.

 

 

 

 

 

  • Autor: ZeeRichard (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 20 de septiembre de 2013 a las 23:34
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 59
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