(Incompletamente) Completo

Rorschach

   Debo confesar que he perdido algo. Ayer, mientras yacía acostado en mi cama, escuchando el sonido de la lluvia en la ventana, viendo a través de ella el cielo gris que opacaba la ciudad de Buenos Aires, me di cuenta repentinamente de que algo ya no estaba. Sabía qué era lo que faltaba y quién lo tenía, pero permanecí inerte sobre el acolchado de pelo llama que tanto me gustaba, con una sonrisa en la cara, sabiendo que aquella persona tenía eso que yo había dejado de tener hacía ya un tiempo. Me sentía tan completo a pesar de que había algo que ya no estaba en su lugar; se lo habían llevado pero no sin dejar nada atrás.

   Tan poca resistencia pude poner; su cabello castaño rizado, sus ojos, y su exquisito cuerpo batieron con mis prejuicios y me dejaron tendido en el suelo, indefenso. Sus manos suaves fueron tan rápidas mientras acariciaban mi pecho; su piel blanca, sus piernas largas y aquellos ojos color ocre fueron sumamente efectivos, y sin poder objetar la situación, me rendí incondicionalmente; capitulé con voluntad y se lo entregué. Ella lo tomó como un obsequio, no trató de disimular las emociones que se vieron plasmadas en su rostro y en su sonrisa. Lo guardó en un lugar muy seguro, uno de esos lugares inviolables e inmaculados que sólo se pueden encontrar en la consciencia de las personas que todavía no han perdido la inocencia. No temo por eso que ya no poseo, sino por todo lo que queda de mí, por mi cuerpo que se desplaza ciegamente y que perdió la capacidad de pensar claramente, todo ha perdido objetividad desde que estoy completamente incompleto; los día parecen escurrirse sin que me de cuenta cuando pienso en cómo lograste tomarlo, tan delicadamente, y cómo conseguiste mi amor y cómo cambiaste mi vida desde que nos conocimos.

   Ahora, cada vez que camino por las calles de esta ciudad que cada vez parece hundirse más en la locura y distraídamente olvida el esplendor con el que alguna vez se mostró al mundo, cada vez que salgo de mi departamento en las mañanas para ir a la facultad, cada vez que regreso a él luego de hacer los mandados, incluso cada vez que debo viajar en tren hasta el extraño Castelar contemplando los parajes monótonos del lejano oeste en dónde vive mi familia, temo por aquello que di con tanta confianza y que no está conmigo, y que no recuperaré jamás, puesto que el hecho de que me lo hayan quitado no se encuentra apartado de la realidad de que yo lo entregué voluntariamente, y cual regalo, no puede ser devuelto, al menos no cómo tal, cómo lo que alguna vez fue. Lo cedí sin darme cuenta pero creo que no me he equivocado pues ahora lo tienes tú, y confío en que sepas cuidarlo. Te amo, mi amor, surgido por voluntad del destino y por el cual me desvelo durante las noches como esta en la que estoy sólo y lo único que puedo hacer es dedicarte mi tiempo a través de pensamientos que registro sólo para saber que existimos y que estamos incompletamente completos, ambos, vos y yo. Tú tienes mi corazón; te lo di y lo tomaste; te amo como nunca amé a nadie, y después de tantos años de buscar a alguien que me complete, me parece irónico pensar que sólo necesitaba a alguien como tú para estar completamente incompleto y ser feliz, como lo soy desde que llegaste a mi vida y pusiste tus labios sobre los míos y tu cuerpo en mis brazos, te amo mi amor.

   ¿Alguna vez pensaste que estábamos destinados a esto? Nunca pude terminar de creer cómo fue que vos y yo pudimos terminar juntos, teniendo en cuenta el universo entero que nos separaba y las condiciones tan adversas que teñían nuestras situaciones emocionales aquél día en que nos conocimos. Era la fiesta de una amiga en común; yo no estaba seguro de si debía asistir o no; qué diferente que habrían sido nuestras vidas de no haber asistido a aquella celebración, ¿no te parece? Increíblemente, al destino le deparaba un trecho muy largo si quería vernos juntos, besándonos a la sombra de un árbol en verano, acostados en el pasto, perdidos en nuestro brazos. No fue sino hasta diez meses después de ese primer encuentro que nuestros labios se unieron por primera vez, y no pude imaginar que desde ése momento jamás volverían a besar otros labios que no fuesen los tuyos, mi amor. Ahora siento que mi vida ya no es mía sola, sino que es nuestra, pues no vivo para ti, pero hace algún tiempo entendí que mi vida, mi tiempo, mi esperanza y mi felicidad no son nada si no estás conmigo, mi vida.

  • Autor: Rorschach (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de agosto de 2013 a las 23:01
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 31
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.