Entró a la mercería,
le gustaba hacer
bordados.
El era muy simpático,
el vendedor.
Conversaban a menudo,
sobre colores,
hilos y lanas.
Esa tarde era un poco
lluviosa y no salieron
a la puerta como solían
hacerlo.
El le ofrece un paraguas y
ella le da un beso.
Le dijo-que dulce eres,
tienen sabor a hierbabuena,
tus labios-
El le sonrió le dio un
un café con mucha
canela, para que le
diera un poco más
de candela,
de la que ya tenía.
Allí en el cuartito del
fondo, unos
arrumacos como
dos palomos se
besaron , caricias,
entre susurros y otros
gemidos, que cuando
quisieron acordar, entre
relámpagos y truenos.
Se olvidaron que habían
dejado la puerta abierta.
Se llenó el local de gente,
no se si para guarecerse,
de la lluvia o qué.
Mas salió él primero
diciendo-¿Qué se les
ofrece?- y ella
al ratito, con una
canasta llena de
hilos, se iría a la
casa con su bastidor
de madera a llenarlo
de colores y besos.
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Autor:
nubialeda (
Offline)
- Publicado: 15 de julio de 2013 a las 11:04
- Categoría: Amor
- Lecturas: 60
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