Historias de la ciudad 1

tinchoborges

La miró por enésima vez. Se volvió a enamorar. Siempre volvíase a enamorar de aquella belleza. Le confortaba el hecho de saber cuánto se amaban el uno al otro. No importaba nada más. Ni los problemas de ayer, de anteayer, de hoy, de mañana o pasado mañana. El tiempo, el olvido, el desprecio, la vanidad, todo esto no podía contra la coraza de aquel amor. Ni las ocupaciones, los trabajos, la facultad, los amigos, los celos, los retrasos, los malos lugares, las habitaciones incómodas, y todos los yeites de vivir en una ciudad gigante, en donde una distancia te separa y un colectivero sin ganas te hace llegar tarde a tu cita. O los paros y cortes de calle, o el micro-micro-micro-centro (Hormiguero Gigante con un Cielo de Cemento), o el aumento de alquileres, o el descenso de sueldos, o el aumento de impuestos, o que asuma un energúmeno como gobernador de tu ciudad, o las declaraciones de guerra, o el hambre, o la muerte sangrienta, o los policías, o los narcos, o el aumento de tu estupefaciente preferido –llámese al orden la marihuana, el alcohol, drogas sintéticas, naturales, psicofármacos, pornografía, televisión, estupidez absoluta, comida excesiva, consumo de chatarra-¡No! Nada de eso puede con este fascinante amor. Y no busquemos respuestas a esta locura en la ciudad con ciencias lógicas, porque no hace falta que: “vos, loquito, me demuestres que el amor no tiene presencia física, ni me aburras con explicaciones de amargados” ¡Basta! Acá está, ellos son los reyes en esta ciudad, porque tienen un amor puro y hermoso, entre todo el smog que respiramos, caminan libres y sonrientes a pesar de que sus espaldas estén cargadas de quehaceres en varios lugares urbanos. Ellos dejan todo para después y ponen el amor como prioridad. Y aquella plaza que para algunos es una plaza de mierda donde se juntan drogadictos y vagos, o aquella plaza algunos observan desde el colectivo en el que están sentados hace un rato, y miran ese agujero verde porque hay un embotellamiento y encima a diez cuadras chocaron veinticinco autos, y piensan en todos los retrasos que van a tener ese día, ese es lugar de sus conversaciones, ahí parlotean palabras de amor y se besan y son muy felices.

 

 

 

 

¿Y cómo se puede entender esto? No falta el amargo asexuado que cuando ve a una pareja besándose se indigna, porque “esas cosas no se muestran para nada en público” (como si se muestran a los vagabundos que mueren de hambre, o a los niños pobres que mendigan, o a los pobres hombres que trabajan juntando cartón) y piensa que eso “es algo totalmente íntimo y no debe mostrarse a los demás “. Y ni hablar que si esa pareja que ve dándose besos es de dos hombres o dos mujeres, o dos mujeres y un hombre, o es una especie de orgía adolescente primaveral. ¡Pero basta! ¡Señor/a, váyase, encuentre un/a mujer/hombre y béselo/a por doquier, y si no soporta más a su esposo/a, divórciese de una santa vez, no piense en su impedimento religioso, dividan 50% y 50% todas sus cosas y thats over!

Ellos muestran el ejemplo de cómo sobrevivir a una ciudad que es corrosiva contra nuestro ser. ¿Por qué? Porque no tienen vergüenza a ser cursis. Porque van como dos locos y se tropiezan pensando el uno en el otro.

¡Qué belleza por favor! Ellos se llevan el premio, si cada uno de nosotros fuéramos más artistas comprenderíamos cuán importante es el hecho de amar y ser libres. Mis artistas preferidos son ellos, que con su simpleza, sus virtudes y defectos se aman incondicionalmente.

Y aunque se vean quince minutos en una semana porque andan con exámenes y se extrañan locamente pero sus ocupaciones los mantengan alejados, ellos en ese cuarto de hora que se pasa volando, dibujan un cielo de colores y un mundo perfecto de fantasía para adorarse mutuamente, y luego se van felices (Aunque él viaje como en una lata de sardinas en el tren Línea Sarmiento y tarde cuarenta y cinco minutos a llegar a Villa Luro y ella viaje en un subte atestado de humanidad hasta el fin del recorrido, y que encima en ese vagón se agarren a piñas entre varios y esa pelea termine con citaciones de testigos para un caso policial), muy felices, esperando su próximo encuentro. 

  • Autor: Martin Fariseo (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de julio de 2013 a las 17:43
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 87
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