UNA HISTORIA DE AMOR DIFERENTE

ivan rueda



 

 

Noté que un algo

me escalaba los huesos,

tal vez un alpinista metafísico,

tal vez un tigre equivocado de gacela.

A la altura de la espina dorsal

soltó una grey de mariposas

que revolotearon hasta los nardos

de mis nervios.

La sensación era extraña:

mitad rosa de agua,

mitad calambre prodigioso.

El fantasma de una flor

arrastraba sus espinas

por el césped de mi espíritu.

Sentí arder mi carne

y era invierno,

sentí nacer la lluvia entre mis labios

y aún nevaba.

A la tarde se le puso voz de trueno,

un raro escalofrío en las amígdalas,

traté de  averiguar por qué temblaba

y solo me enteré que el sol dormía.

Sentí mi mirada atropellada

por un vagón de nubes y de ojos

y pude ver en medio de la calle

un ángel caído, desalado,

entonces pensé en arreglarle aquellas alas

frotando en sus plumas luz de astro..

Sentí, de nuevo, el filo de un relámpago

sajándome las venas por el pecho

tratando de ubicarme los latidos

al este de un sinfín de azaleas.

El crepúsculo se reescribía a lo lejos

en el lenguaje más oscuro de las sombras.

Un viento de plumaje azul marino

me trajo cuatro olas  de los mares

para teñir de espuma mis geranios.

Les puse a mis párpados hebillas

para atarme las pestañas a mis lágrimas

pues era tan intenso aquel fulgor

que el ángel a mi lado despedía

que un signo inmaculado de pasión

me hizo que llorase de belleza.

Traté de hilvanar todos los pájaros

al vuelo de unas hojas amarillas

antes que una jauría de luciérnagas

tornase poste eléctrico a su árbol.

En medio de la calle aun con nieve,

un ser de otro mundo me miraba

con sus iris de terciopelo azogado

mientras en su boca rezumaban

golondrinas, abriles, telegramas

que pude leer a tiempo,

a ras del viento,

a pesar de mis pupilas zaheridas:

Amor. Stop. Amor. Stop. AMOR.

Entonces me di cuenta que era ella,

el ángel que soñaban mis estrellas,

el ser que me escalaba por los huesos

como un rosal de azufre enamorado,

quemando con las llamas de sus pétalos

la lluvia inverosímil de mis labios.

Me abrí de norte a sur todas las venas,

le hice un largo surco a mi costado

y mojando una pluma en mi sangre

escribí sobre su piel de nieve blanca:

“ Amor, yo siempre te he amado”.

Depuso sus dos alas en el suelo

y nos fuimos caminando a otra vida

cogidos de las almas por los pelos.

Los pájaros a las hojas hilvanados

volaban tras la luna adolescente.

 

Miré atrás y no había nieve

tan sólo el fulgor de un incendio tiritando.

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Comentarios2

  • nellycastell




    B E LL E ZA S U B L I M E...IMPECABLE ESCRITO y sin gritar solo quiero destacar.

  • Jennifer Couret

    Espectacular tu poesía como es habitual en tu persona...
    Besos,
    JC



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