SI LE HUBIERA DICHO

Ostoatl Texotli (Zorro Azul)

Bajo la sombra de aquel pino, ese, el que se encuentra justo en la orilla del río, pude contemplar a Aarón, con ese semblante triste que le caracteriza, su delgado cuerpo le hace parecer como de trece años, a pesar de que acaba de cumplir dieciocho,  con ese carácter siempre tan reprimido y tímido; aun no recuerdo el momento en que este joven perdió las ganas de vivir, era un jovencillo tan lleno de vida siempre sonriendo y ahora, ahora solo es un breve reflejo de la vida que se le escapa por las manos.


Aun así, ahí esta, con los ojos color de miel, perdidos en el basto horizonte que le proporcionan estas montañas, que solo tienen límite hasta donde alcanza la vista, de un verde tan vivo, que inspira ese amor a la vida y sin embargo, ahí está el, con los ojos llorosos y los labios de un rosa pálido, temblorosos, como guardando el sollozo y apretando los puños para no dejar salir una lagrima.


No resisto más, tengo que preguntar qué pasa, iré a verlo o, será mejor que no me acerque, ni hablar, tengo que quitarme esta duda.


Mas no sé cómo iniciar la conversación, mi niño, mi pequeño hijo se encuentra ahí triste y no sé cómo consolarlo.


-¿Qué te pasa?


-Nada


-Dime que tienes, sabes que puedes confiar en mí.


-Lo sé, ya te dije que no tengo nada


El salió corriendo con los ojos llenos de lágrimas, dejó sobre el pasto un papel, no pude evitar leerlo, lo que decía era más o menos así:


“Pues bien, recuerdo el lugar en el que estabas, aquel donde la fruta es dulce y los árboles llegan tan alto que se sienten tocar las nubes, ahí, en ese lugar donde mi infancia ha llegado a la muerte y mi juventud nacía cual retoño de primavera.


Apenas puedo recordar amigo el suave timbre de tu voz, apenas puedo recordar el color de tus ojos, hace tanto que no nos vemos, y aun así no puedo olvidar siquiera tu aroma, los gestos de tu rostro y la manera tan peculiar en que mirabas cuando yo hacía mal las cosas.


Sabes han pasado muchas cosas por aquí desde que te fuiste, el gran roble que enmarcaba la entrada de la calle donde vivías, ya no existe más, aquellos amigos que teníamos en común, bueno algunos ya no viven por aquí y otros… recuerdas a Esperanza, aquella niña de rosadas mejilla y blancos vestidos, ella, ella falleció hacepoco, es impresionante el saber cómo la vida pasa, así, a veces tan desapercibida para algunos y para otros, como una gran carga sobre sus espaldas.


En fin, solo te escribo estas cosas porque tengo que decirte algo muy importante: Sabes, nunca te dije cuanto te quiero, a veces el ser mejores amigos nos hace darlo por hecho, pero ahora entiendo que no es suficiente, que hay cosas que se deben repetir de vez en cuando, quizás te preguntes porque te digo esto, es porque hace algunos meses que estoy enfermo, y el medico dice que estoy muriendo, y que en algunos días, mi corazón dejará de latir.


No, no te pongas triste, si te digo esto es porque quiero que sepas que gracias a tu amistad he sido uno de los seres más felices de este mundo, y que ahora que ha llegado mi fin, estoy en paz, no podía irme sin decirte cuanto te amo amigo mío.


Hoy solo quiero pedirte dos últimas cosas, la primera es que intentes a toda costa ser feliz,  la segunda es que jamás permitas que nada ni nadie, cambie tus ideales, recuerda que ellos son tu esencia, y que reflejan el ser humano que se encuentra en ti.


Tu amigo que te ama Saíd.”


Finalmente comprendí todo, mi pequeño se estaba enfrentando a la irreparable pérdida de un ser querido, Caíd, había sido más que un hermano para mi pequeño, ya que lo conoce de toda la vida, y la separación cuando tuvimos que mudarnos fue algo que él no soportó, aun así no lo escuche, ahora recuerdo que ni siquiera tenía un motivo certero para  mudarnos, pero fue mi necedad y mi derecho de hacer lo que me plazca, aquello que nos trajo hasta este lugar.


Al abrir la puerta de mi casa, pude darme cuenta de aquel silencio que me estremeció por dentro, subí las escaleras con paso tembloroso, mientras la madera rechinaba uno a uno, paso a paso, cada escalón era para mí como un veneno que hacía que mi corazón se alterara más y más.


Le he hablado, pero no me responde, es solo ese silencio que me atemoriza, “Oh Dios, que me responda”, repetía una y otra vez mientras avanzaba, aquellos quince escalones, se me hicieron tan largos, tan inmensos que creí que nunca terminarían.


Al fin, estoy frente a su puerta, la empujo muy lentamente, mientras el miedo me carcome, ¡No Dios mío!, mis ojos no pueden creer lo que estoy viendo, mi pequeño, ahí, encima de un gran charco de sangre, ahí, ¡mi niño!, no lo entiendo, ¿por qué?, ¿Por qué?, me quiero volver loco, no sé qué hacer, he tomado a mi niño entre mis brazos, su cuerpo ya sin vida, me recuerda lo frágil que era la primera vez que lo cargué, aquella vez que me hizo el hombre más feliz del mundo.


En su pequeña mano tenía un papel, un trozo de hoja de cuaderno, que decía: “Papá, perdón por dejarte solo, pero yo también lo amo, y esto, sé muy bien que no lo entenderías”


-¡Hay pequeño!, no me dejes solo, no me abandones- gritaba mientras mis fuerzas salían una a una de mi cuerpo, si tan solo mi niño hubiera confiado en mí, si tan solo me hubiera dado la oportunidad de ser su padre, si tan solo yo, le hubiera dicho… cuanto lo amaba.

  • Autor: Ostoatl Texotli (Zorro azul) (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 16 de junio de 2013 a las 01:55
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 28
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Comentarios1

  • FLORENTINO II.-


    QUE FUERTE HISTORIA ESTIMADO AMIGO.

    FUERTEMENTE TRISTE. DEBEMOS DECIR LAS COSAS A TIEMPO, PORQUE DESPUÉS PUEDE SER DEMASIADO TARDE

    " Al fin, estoy frente a su puerta, la empujo muy lentamente, mientras el miedo me carcome, ¡No Dios mío!, mis ojos no pueden creer lo que estoy viendo, mi pequeño, ahí, encima de un gran charco de sangre, ahí, ¡mi niño!, no lo entiendo, ¿por qué?, ¿Por qué?, me quiero volver loco, no sé qué hacer, he tomado a mi niño entre mis brazos, su cuerpo ya sin vida, me recuerda lo frágil que era la primera vez que lo cargué, aquella vez que me hizo el hombre más feliz del mundo.

    En su pequeña mano tenía un papel, un trozo de hoja de cuaderno, que decía: “Papá, perdón por dejarte solo, pero yo también lo amo, y esto, sé muy bien que no lo entenderías”


    UN FUERTE ABRAZO



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