Su voz (una voz, otra, ninguna)

Sara (Bar literario)

(Honestamente, olvidé que la poesía no es un tratado con el alma)

Él me habla, saben, él me habla y el tiempo se hace una galletita para dar  de comer a las palomas. Él me habla y siento pena, mucha pena por quienes no han escuchado su voz. Él me habla cuando lo olvido y su voz es el tabaco que se escucha desde el silencio de una garganta llena de dudas, llena de calles con pieles desnudas, de soledades para dejar en cada golpe de lenguas buscándose, simulando el viaje de amor que nos ahoga en gestos de sombras vacías.

Él me habla y soy un nido de penas, soy una paja que se deja después de amar a quien se ha manchado en omóplatos de silletas rojizas. Yo me ofrendo a su voz y sus cuerdas bucales me hacen su palabra escondida, la que no se pronuncia sino frente a los recuerdos, cuando los crucificamos en la conciencia de la carne que nos abunda en este amasijo de contactos -amnesia, simple y pactada amnesia-

Él me habla, y sí, no hay deseo más grande que estar en el medio de su cuerpo, fingir que le doy algo de lo que nunca he tenido. Me doblo en su amar, me hace suya en la  réplica primera de este conjunto de tonos cayendo, c-a-y-e-n-d-o en los ojos cerrados de quien se acuesta en el horizonte que nos deviene después del último temblor.

 

Él me habla, saben, y sí, no hay exilio màs doloroso, que partir de su voz.

 

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