A UNA DESCONOCIDA EN EL CAFÉ

ivan rueda

 

Desbocado te buscaba

como un caballo de luz

que cabalga cielo arriba

al encuentro de los astros.

En la claridad de tus ojos

trataba de aposentarme,

refugio de los relámpagos,

guarida de un mar azul

que espera la ola en celo,

en la latitud de sus labios.

No supe cómo llamarte,

llama de mayo en tu nombre,

surcos de lumbre mis venas

caliente mi sangre huía

hacia tu nombre sin nombre.

Algo de mí olvidaba

bajo el amor de mi ser:

calendarios sin respuestas,

vahos de espejos y lunas,

adjetivos de un diluvio,

extensiones de un ayer

y en medio de tanto escombro,

un espectro de mujer.

A ti, que no te conozco,

incógnita de pelo rubio

que eres visión momentánea,

deseo de un corto minuto,

apenas un pasatiempo

de mi hastío extravagante,

de mi edad aborrecida

de un tiempo a esta parte,

sin embargo, me asombraba

de poder sentir tu aliento

desde tu puesto de musa

hasta mi asiento de vate.

Sin oír jamás tu voz

imaginé  tu lenguaje:

tu verbo de rosa blanca,

tu acento de roja sangre.

Entonces caí en la cuenta

de que a través del silencio

un temblor me florecía

desde la raíz de la medula

hasta la rama del alma.

De pronto sin decir nada

apuraste tu café

y pasaste por mi lado

como una gota de lluvia.

Mis ojos te persiguieron

como leones redondos

hasta que cerraste la puerta

y desapareciste en la calle:

Rompiste conmigo, amor,

cuando a punto estaba de amarte.

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