Hace tiempo escribí,

que ni el amor de Dios

es más grande que el amor de una madre,

confieso que cierto temor sentí

ante la posible ofensa a nuestro Señor,

al punto de casi retractarme.

Pero Dios, en su infinita misericordia,

viendo mi atribulado corazón,

en un misterio revelador me dijo:

no te afanes,

tu y yo no tenemos discordia,

a mis ojos es grata tu razón

y te abrazo para compartirla contigo.

El amor de madre, prosiguió el Señor,

se esparce como el mío por el mundo entero,

es el sentimiento más puro de mi creación,

renovado en María en su más alto valor

para darle a mi Hijo el amor verdadero,

el que viene de mi para su reencarnación.

Confieso mi alivio ante tal revelación

pero mi alma se agita con gran excitación,

y me escucho decir con cristiano fervor:

!PALABRAS DE DIOS,

TE ALABAMOS SEÑOR!