PENACHOS BLANCOS .

Poemas de La Susodicha_



 

La Berta  acomó su corpulencia en la silla, se inclinó para adelante e hizo una vez más el intento de que las nalgas estuvieran bien apoyadas en el asiento que Rosa  previsoramente había reforzado con almohadones. Viendo que no encontraba acomodo se sevantó y fue hasta la ventana de la cocina y miró hacia el patio lleno ya de hojas casi secas.


-Te das cuenta- dijo mirando a Rosa que con mucha parsimonia tomaba unos mates en el otro extremo de la mesa. El otoño se nos vino encima, ya tengo los setenta largos, ché…seré el último?.


No hubo respuesta. Era una de esas preguntas que se hacen sabiendo que no la tendrán. La Rosa siguío  imperturbable con su mate, barriendo con el canto de la mano una imaginarias miguitas que estaban en el mantel. Volvió a mirar a Berta que tenía el ceño fruncido de los malos humores y que la hacían aparentar más años de los que declaraba.

Está rumiando algún entripado- pensó la amiga de Berta_ le ha pasado alguna cosa y está a punto de desembucharla. O se la guarda para ella o me la cuenta. Ya voy a saber..


Un chillido de pájaro distrajo por un momento la atención de Berta y la mujer se preguntó si le convendría comenzar a escribir ya mismo o esperar a tener otros indicios. En realidad tenía mucho tiempo y no era cuestión de tomar decisiones apresuradas, Maldijo por lo bajo al recordar el poema que le había mostrado Rosa y que le había despertado las ganas de escribir otra vez, esas ganas que ya tenía olvidadas entre otros poemas y recuerdos. Pero estaba bueno eso de escribir y publicar los poemas. Lo habían comentado con Matilde y con Pedro, esos dos sí que sabían brillar con sus escritos y la Rosa dío púa para que ella diera el gran salto entre la cuadernola y la pantalla de un monitor. ¡Lástima que se hubiera puesto ese nombre que la Rosa le había aconsejado!. Lastima.


La cocina era espaciosa y estaba cálida  .Demasiado grande para las dos mujeres silenciosas y caldeada por el pan que se doraba en el horno de leña. Sobre los estantes de la alacena, habían tazas, platos y fuentes y algunos de los tarros de mermelada casera de la industria de Berta, prolijamente etiquetados brillaban con el reflejo del fuego. En la otra pared y en el lado opuesto a Rosa, una sólida puerta era custodiada por una imagen del Corazón de Jesús de marco tallado.


Berta miró de soslayo a su amiga, se detuvo en los agrisados cabellos lacios iguales a los suyos y minuciosamente trenzados alrededor de la cabeza, también iguales a los suyos., en la orgullosa curvatura de la nariz y la mandíbula cuadrada y firme. En la frente, guardiana y custodia de tantos pensamientos compartidos. Vieja sabiduría de la sangre y la tierra latiendo allí entre ellas y sus huesos. Quizás tenía razón pedro cuando se despidió…Te vas a ir a otro lugar del tiempo…te vas a meter en un terreno en donde las cosas han cambiado poco…en donde la arrogancia ve subalternos en todos los órdenes sociales, pero sobre todo en el de las identidades. .no van a dejar que edifiques  la historia con tus manos…Sí, acaso tuvo razón. Un pájaro elevando el vuelo la sustrajo de sus pensamientos y permaneció con la mirada fija en un hueco entre   las ramas de los eucaliptus. Con gesto de cansancio entrecerró los ojos.


Una figura alta y elegante se recortó frente a la puerta. Había llegado a pié con paso moderado y firme, ahora dejaba una huella de perfume mezclada con el olor del pan que ya estaba en su cajón de madera sobre la alacena. Se sentó en la única silla disponible-esa que Berta había descartado, haciendo equilibrio entre los innecesarios almohadones: Apoyó sobre la mesa una voluminosa cartera de cuero marrón brillante por el uso. Pantalones negros, blusa blanca, chaqueta negra y los cabellos rubios peinados en un moño parecido al de ellas dos, pero diferente a la vez..


-Rosa creyó oportuno presentar:

-Es de la editorial..

Berta no dijo nada, bajó las manos hasta el marco de la ventana y se recostó sobre ella

Rosa dejó de cebar mate e hizo el ademán de ofrecerle uno a la recién llegada, pero el brazo no se despegó de la mesa.


La visitante abrió el portafolios y extrajo pluma y dos folios listos para firmar.



“qué largo camino recorriste, Berta, de Emilio Mitre a Buenos Aires…allá quedarán sepultados los últimos vestigios de la que fuiste, de lo que fueron tantos otros entre los montes de chañar y caldén…Ah, pero qué paz saber quién sos, quien fuiste, y que no precisaste servicios de buen baqueno para atravesar esas distancias…que lo hiciste sola y con tu verdad a cuestas…bella niña de cobre…los huesos que descansan su polvo entre los penachos blancos de la paja brava, velan por ti."


                              Berta Rodriguez


 

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Comentarios1

  • Emma Lores Matos

    Poeta, aunque no se si esto es un poema, pero es un relato interesante, a mi me encanto, bueno mejor dicho me fascino, la forma en que describes cada cosa hace que uno este ahí, dentro de lo que esta pasando, me llevaste a la cocina, vi el patio lleno de hojas, vi también el hombre que llego al final, puede vivir cada momento, estupendo, me cautiva la forma en que das las descripciones tan exactas. un gusto enorme leerte, que belleza, un abrazo.

    • victolman

      ES CIERTO MI ESTIMADA POETA... EL ACOMODO DE SUS LETRAS SON DE FORMA FIGURATIVA Y SUS METÁFORAS SE INCLINAN HACIA UN HECHO (ACONTECIMIENTO) QUE TIENE QUE VER CON LA REALIDAD (MUY PROBABLE ACTUAL) Y QUIZÁ CON LA PASADA DE UN MAL RATO... PERO LO QUE SI SÉ ES QUE ESCRIBE MUY BIEN, ES UNA LECTURA QUE ES DIGNA DE LEER...

      SALUDOS A TI SUSODICHA Y A TU HERMOSO ESCRITO...
      ABRAZOS.

      • Emma Lores Matos

        Cierto, jajaja, tienes toda la razón amigo Tauro Chile 1960, ahora que lo leo de nuevo, parece que esta manana estaba medio dormida todavia, pero sigue siendo hermoso ese escrito. Gracias por la corrección.

      • Hay 7 comentarios más



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