Cuando veo a los niños
jugar en los parques
como ángeles tiernos,
un temor horrendo
taladra mi alma.
Y junto a la fuente,
contemplando el cielo,
invoqué al buen Dios
con gran humildad:
-Dios espiritual,
omnímodo y sabio,
¡qué tierna la infancia¡
¡qué frágil¡ ¡qué ingenua¡
prolonga sus juegos
infinitamente,
hasta que sus mentes,
ya recias y libres,
la copa del mal,
orgullosamente,
muy lejos, muy lejos,
puedan arrojar;
hasta que sus cuerpos
de bronce se tornen,
para que llagadas
sus carnes no sean
y las zarzas viles
del negro camino,
rotas las sandalias,
nos hieran sus pies;
hasta que sus labios
insensibles sean
a las tentaciones
del beso traidor;
hasta que comprendan,
en su plenitud,
el rol que ya adultos
habrán de jugar
en la vida llena
de calamidades,
y esclavos no sean
de la ineptitud;
hasta que sus ojos
se extasíen mirando
todo el esplendor
de la edad dorada;
hasta que se rindan
en el lecho suave
de duendes amigos
y admirables hadas.
¿Lo harás, ¡oh, buen Dios?
-
Autor:
rodulfogonzalez (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 16 de marzo de 2013 a las 09:04
- Categoría: Infantil
- Lecturas: 97
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa

Offline)
Comentarios2
Tú pluma vierte su negra sangre al raguear sobre el blanco papel que alumbra la hermosura de tus versos infantiles preciado compañero de la prosa y del verso Rodulfogonzalez
Saludos de afecto y amistad sincera
Críspulo tu amigo
Usted siempre, amigo del alma, tan generoso al comentar mis textos poéticos. Muchas gracias y un gran saludo.
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