AULLIDO DE LOBO

Romanticologo

La noche es fría, la luna en todo su esplendor está escondida detrás, sobre las nubes que marcan el augurio de la benevolente oscuridad. Las estrellas están silentes, e interceptada a la espesura de la intensa y fría bruma, está mi vista casi cegada y sin aliento ante la regata sombra que ha lobreguecido todo a mis ojos. La espesa niebla que se ahorra sobre los mástiles ramajes que están por doquier en lo que parece ser un bosque interminable; intenta diezmar mis imponentes pasos, que aunque cortos en zancadas, navegan con furia intensa el paisaje hundido en las tinieblas.

 

            No es miedo el sentimiento que aborda mi cuerpo, solo siento una energía incalculable que me hace correr como una bestia indomable. Creo estar volando en la tierra, y que la niebla son nubes que yacen sobre mis pies. Mis sentidos están agudizados, mi olfato es el colirio que da vida a mi vista que no me guía en completa armonía, pues tan oscura es la imponente noche, que mis ojos no logran distinguir la mácula silueta de los arboles que avistan mi carrera.

 

            Un jadeo canino suena de entre mis oídos, creo ser perseguido por algún animal, un lobo o un coyote quizás, pero por más que intente observar entre la oscuridad; no logro distinguir alguna señal que de validez a mi sospecha. No sé por qué corro, no sé qué es lo que me motiva, no sé por qué no temo… solo sé que soy manipulado por una fiereza incalculable, que hace sentirme  algún tipo de animal salvaje.

 

            Pronto las nubes negras que cubrían las estrellas se van disipando, el color del vestido blanco que siempre viste Artemisa  puede ser ahora observado, la Luna que muestra  completa su belleza, adorna el cielo con la exaltante pieza de su anatomía descubierta para brindarme un poco de luz a la oscuridad que adorna mi andanzas. El tono del éter ha dejado ese color tan frio y negro, ahora disfraza un fuerte azul oscuro repleto de luceros como andamios que serenan un poco la vista.

 

            La niebla muere conforme mis pasos, los robles y álamos se están acabando, parece estoy saliendo de tan hostil paisaje. Todo está mejorando, muy a tiempo, mi cuerpo se está cansando…, al horizonte del herbaje descansa tranquilamente el suburbio de unas rocas gigantescas que solo están allí para estar calladas, sirviendo de sostén a una fuente de agua fresca que baila sobre ellas, y al tiempo siendo vigiladas por un inmenso risco que imagino intenta reverenciar la Luna. Necesito embriagarme luego de tan intenso viaje, sin olvidar que antes venía siendo seguido por aquel jadeo canino que capturaron mis oídos.

 

            La fiereza que estaba guiando mi corrida está pasando a ser domable, el cuerpo necesita ser atendido por sus necesidades, y beber del arroyo seducido por esas enormes fortificaciones pétreas es primario. Mi andar anclado el éxito de saborear el líquido que pide ser bebido se hace cada vez más extraño, pues no me había percatado de cómo era que estaba marchando, mis manos ya no eran manos, y mi cuerpo ya no se sostenía en dos piernas, tenía garras en cada dedo, y mi huella dejaba al descubierto que mi apariencia no era humana.

 

            Abrumado ante tanta rareza, corrí al arroyo para aclararme, la luna que ahora era mi guía al hilo de la luz me permitía observar mi cuerpo  que vestía un extraño abrigo plateado. No podía comprender lo qué estaba pasando, e infrecuente sorpresa la mía cuando al asomar mi cara sobre el agua reposada, el reflejo de un imponente animal nació desde el paradero de mi presencia que en mi destello se movía ante el baile del pequeño manantial. La hermosa Luna llena detrás de mi silueta alumbraba junto las estrellas la bella complejidad de mi nueva apariencia.

 

            Un magnifico color plateado que brillaba ante el resplandor que enviaba Artemisa a mí, era precedido con una armonía especial el movimiento de mi pelo que era peinado por el viento, la imagen que mostraba el agua de mi cuerpo, enseñaba a un enorme lobo gris; que a exposición de la luna convertía su pelaje en hebras de plata. Un hocico enorme, en el que destacaban unos imponentes colmillos color blanco como el hueso pulido, y unas potentes garras en cada pata que eran su defensa; su mirada fría como la niebla que hace un rato lo cubrió tenía un color verde esmeralda, juntado con ese misterio incalculable del pensamiento que tiene un cazador.

 

            Las orejas eran puntiagudas, su nariz se sentía húmeda, y sus músculos cubiertos por el pelaje argento eran formidables. No había duda que en lo que me había convertido: en un cazador de la noche y el día, un hijo de la nieve e invierno, una maquina de estrategia para la caza, un magnificente carnicero plateado que parecía inderrotable era toda una analogía a mi fascinación por dicho animal. Por eso decidí, luego de beber agua de ese pulcro manantial que había mostrado mi nueva apariencia, correr interminablemente a ese risco que estaba detrás de mí, a ese lugar dónde podría tener la Luna más de cerca para poder alabarla a todo fervor.

 

La espesura de su alto tamaño no fue impedimento necesario para no lograr llegar hasta ese peñasco, por lo que al subir exitosamente, miré con mis nuevos ojos esmeraldas el sitio que sentía me veía con respeto. El agua zumbaba un poco allá abajo, y los robles, álamos y otros árboles que dejé atrás en el sombrío bosque de niebla lo veía como un complemento, como ese lugar al que por naturaleza pertenecía. Era un escenario maravilloso, dos contrastes que parecían estar pintados al oleo, con mezclas de verde tibio y claro, y otras con una oscuridad  turbia  en algunos rincones del pincel responsable del esbozo de tal paisaje.

 

            No tardé en emocionarme, es por eso que senté mis patas traseras y me apoyé con las delanteras, incliné mi cabeza hacia arriba, y con el hocico apuntando a la Luna, Aullé con filo en el grito, con mis orejas embaladas como cuchillas  señalando el suelo, aullando como lo que era; un imponente mercenario de la naturaleza, contratado por sus necesidades lógicas, adorno mortal de la noche.

 

 Mi silueta podía ser vista desde cualquier sitio, pero aquel que observase  frente al risco, sentiría un escalofrío al verme allí, aullando debajo de la enorme Luna llena, pareciendo ser una extensión de ella, pareciendo ser un contrato a la muerte en la vehemente y fría oscuridad de las tinieblas. 

 

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS - GABRIEL BASTIDAS

  • Autor: SicarioDeAmor (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 11 de marzo de 2013 a las 02:36
  • Comentario del autor sobre el poema: Esta es una historia que aún falta por terminar, un sueño de hace años con analogía imposible pero que trajo consigo brisas de epifanía. Es largo, lo sé... pero creo vale la pena leerlo ;)
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 1491
  • Usuarios favoritos de este poema: Romanticologo, El Hombre de la Rosa, amapolanegra, Gama de Luz 89.
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Comentarios3

  • El Hombre de la Rosa

    Las virtudes del trovador se plasman en los bellos versos que escribes, aL iluminaR mi alma con el brillo refulgente de tu poema estimado amigo Sicario de Amor
    Saludos de afecti y amistad
    Críspulo

  • amapolanegra

    Me gusta tu relato. Tintes oníricos, rico vocabulario, secuencias que te llevan de la mano para seguir leyendo...
    Felicidades, escritor
    Abrazo

  • miriam quintana

    Bellos de sublimes talentos
    como se denotan en tus verso
    s feliz fin de semana.



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