Desde la nada te quiero

Oscar Perez

Desde la nada te quiero

 

Desde la nada te quiero, desde el gozne

en que la puerta del dolor y del placer abriste,

desde el cárdeno rubor de la batalla

al plácido estertor de los dos cuerpos abatidos.

Desde el temblor te quiero, aquel que te hizo

crear los astros en la altura, las grietas

en la roca, el mar en las hendijas del suelo fracturado.

Desde el amor te quiero, aquel que vino

junto al  big bang y que pobló con el lodo la hosca tierra,

y al espermio del pez lo volvió anfibio,

y al anfibio le dio dos patas para andar el mundo.

Desde el final te quiero, aquel de tus rumores,

del secreto inconfesado, de la lágrima escondida,

de la fuga en las almenas del hueso, del pulmón,

del corazón seguramente, sangre adentro y pura tregua.

Desde el adiós te quiero, aquel que avanza,

que retrocede una y mil veces, que se vuelca

como el jarrón de vino tinto en los faldones de la entrega

y deja aquella mancha que ni el disfraz de la distancia

oculta a la nostalgia de quien se atreve en el regreso.

Desde el temor te quiero, aquel de ya no ser

ni ser correspondido por tu beso o por tu ceño,

aquel de no ser entrevistado por tus manos,

aquel de no morir por el favor de tu sonrisa,

de no resucitar sino en el pleno abrazo de tu cuerpo ya estragado.

Desde el fervor te quiero, aquel de los gigantes

que acarrearon tréboles al nido, de los enanos

que horadaron los montes tras la joya y no hallaron

ni unos ni otros más provisión que las profundas esperanzas.

Desde el amor te quiero, aquel

que nos pobló de templos y dolores,

de espigas y de viejos frutos,

de desnudez, de desamor, de reconquista en cuanto hay alba,

de seducción sin fin en las gaviotas de tus ojos.

Desde el querer te quiero, el mío, el tuyo, el que en nosotros

se ha fundado ya no para partir como el corsario a la aventura,

ya no para arribar como el viajero de la vía láctea,

sino como el señor que nos enseña a ser humildes,

como el niño que mide nuestra sabiduría por la más honda risa

y el soldado que triunfó sin más derrota que su propia entrega.

Desde ti misma te quiero, por el perfume

de tu piel talabarteada por la ruta,

de tu rincón de pubis pudibundo y azabache,

de tu manual de empresas para honrar la hazaña tuya.

Desde mi mismo te quiero, y es raro

pues no soy sino el calzado con que dejas huellas,

sino la estrella en que se funda la medida de las torres

y el eslabón perdido entre tu corazón y mi propia cimitarra enamorada.

Desde los dos te quiero, por eso,

original como el pecado y la esfera ya creada,

traduzco, condecoro, cabalgo y me presento

ante tus ojos como el rey de tu extraviada lejanía,

como el sol de tus helados horizontes, como el fiero

pedazo que le falta a aquel jarrón que el desconsuelo volvió trizas.

Desde el reloj te quiero,

y es tiempo de jugarse por la pasión de tus orgasmos,

por los verdes y altos árboles de tus ensueños más profundos

y el cielo tornasol de nuestro encuentro en el querer que falta.

Ese querer que desde sí nos abate para dejar que nos sigamos,

desde el querer y sus proezas,

todavía queriéndonos cuando y donde

el mismo querer haya acabado

y haya empezado a renacer de nuevo desde nosotros mismos.

 

http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/

 

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  • Autor: Óscar Pérez (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de diciembre de 2012 a las 14:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 74
  • Usuario favorito de este poema: mariarl.
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Comentarios2

  • mariarl

    muy grande pero hermoso poema cariño

  • Oscar Perez

    Saludos y mi gratitud, compañera.-



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