El Refugio

 

Mientras ella miraba a su alrededor vacío

veía las calles y sus rincones vacíos,

allá afuera nada parecía tener sentido,

giró, giró, los dobleces de su vestido desteñido.

 

Dio vueltas en vano por un mundo también bano,

naufragó por el hueco del aire que viajaba perdido,

era cierto, nada tenía sentido.

Sentirse desdeñada en el espacio era el peor de los olvidos.

 

Él se acercó timorato, con sus manos y pies descalzos,

con nada, sin nada, hijo de un amor desterrado,

con una historia extraviada junto a sus viejos zapatos,

se acercó timorato, torso y brazos ya desnudados.

 

Ella percibió su acercamiento, su silencioso pronunciamiento,

sintió que la negación era a su alma una aguda traición,

no se resistió, se perdió en él, en su pensamiento.

Reside ahora ligera en su refugio eterno.

 

El tiempo no la alcanza, dentro de él no retrocede ni avanza,

todo era proporcional, cuerdo, lógico, exacto.

Él llego sin nada más que su amor, para ella, su amor,

le ofreció su mente para que viviera sin temor.

 

Ella núbil y gentil, sin corazas ni armaduras aceptó,

se dejó encerrar en la mente que de lo cotidiano la liberó.

Se amaron en exceso, desaparecieron en su aire ahora espeso,

desalojaron sus fantasmas y volaron ligeros.

 

En su mente vivieron siempre,

vivieron con las odas y las canciones sin estrofas.

No había tiempo si quiera para respirar,

ella en se refugiaba en la mente de él,

todo tenía sentido, ella escaba para amar.